Acerca de la escritura

Acerca de la escritura

1990-ZARAGOZA

PSICOANÁLISIS Y POESÍA

Para la charla coloquio de esta tarde traigo apuntes con los cuales intentaré desarrollar los siguientes cuatro puntos:

      a) La escritura como un trabajo y el poema como un efecto del trabajo

realizado.

      b) La diferencia radical entre la vida del escritor y su obra.

      c) La escritura como algo que pertenecía a pequeñas élites: sólo los poderosos podían escribir.

      d) La escritura es una lengua diferente a la lengua hablada.

      Relacionando estos puntos, digamos para empezar que el que sabía hablar no sabía el idioma que hablaba, en tanto el idioma que hablaba se transmitía por intermedio de la escritura que, en realidad, era otra lengua de la que hablaba.

      Siempre se le ha dado a la escritura, al escritor, al poeta, a la poesía, un lugar -si bien denostado y perseguido-, siempre privilegiado. Este planteamiento lo hago en tanto que pienso que la poesía es un trabajo. Ahora iremos a los instrumentos.

      Para que la poesía sea un trabajo, tengo que tener instrumentos. Esos instrumentos son el sujeto que escribe o están en el sujeto que escribe. Es decir, cualquier sujeto parlante podría desarrollar el ser de la escritura.

      Esta concepción choca con las ideas de inspiración, musas, élite, nobleza, dando lugar a una socialización de la escritura.

      El capitalismo genera un proceso de socialización universal, es decir, la irrupción del capitalismo como modo de producción en nuestras civilizaciones produce como resultado un efecto humanizador, un efecto civilizador.

      La socialización de la mercancía, la posibilidad de que la mercancía llegue a mercados infinitos, abre las compuertas y los medios para que también se pueda llegar a pensar en la socialización del lenguaje, en la socialización de la escritura.

      Entre cualquier jefe de sección en cualquier fábrica más o menos moderna y un maestro de escuela hay quinientos años de diferencia en favor del jefe de sección de la fábrica. El objeto técnico en su proceso de socialización se adelantó al proceso de socialización de la cultura, de la escritura, de la lectura y, por lo tanto, éstas se atrasaron quinientos años.

      Si pensamos cómo se produjo la máquina herramienta, veremos que fue la física la que la hizo posible. La física hace posible el capitalismo: sin la física, sin la máquina herramienta, sin la rueda sinfín, no podría haber habido producción en serie. Por lo tanto hubiese sido una ficción el proletariado o el capitalismo.

      La física posibilita la fase de producción capitalista, pero es también la fase de producción capitalista la que genera nuevas opciones, como mínimo, de lectura de la realidad. La máquina infernal que nos somete es la que nos posibilita la puerta de una posible libertad. La Teoría del Valor y la Teoría del Inconsciente así lo atestiguan.

      Para conversar, elegí tres poemas míos que tienen que ver con el arte poético. Los tres son diferentes y pertenecen a épocas distintas de mi escritura, y definen situaciones diversas de la creación.

      En uno de ellos se ve claramente cómo el sujeto que está escribiendo, el poeta, está procesando que la creación es un hecho que se da entre el poeta y la poesía. En otro poema, a esta función poética el poeta la ve fuera de sí y es ciega: no se puede aprender. Allí lo que escribe es absolutamente independiente de él. Y a mi entender, ninguno de los dos poemas deja de ser poema, sino que son poemas y se refieren al proceso de escritura. Y, en el tercer poema, donde aparece una verdad: «Poesía, mientras te escribo, dejo de vivir.». Después de esa frase nombra una serie de obstáculos que el poeta tiene que vencer: rechazo la vida para ser esa página escrita.

      Este párrafo nos lleva al segundo punto que quería plantear hoy: la diferencia radical de la vida del poeta, que tiene que ser rechazada para poder escribir, y el poema resultante. No podemos decir que el poema dé cuenta o trate la vida del poeta, aunque haya partido de sus lágrimas para escribir el verso: «el cielo llora sobre la ciudad». Es cierto que partió de sus lágrimas, y aprovechando el sema común que tienen la caída de gotas de las lágrimas y la caída de gotas de la lluvia produce la metáfora donde, humanizando el cielo, generaliza el problema de su llanto y no dice como un tonto: «estoy llorando porque mi mujer me abandonó»; no, abre la ventana, produce el hecho poético: «el cielo llora sobre la ciudad». Es una metáfora porque humaniza el cielo y cosifica el llanto, esto es, produce una nueva temporalidad.

      Aunque el poeta crea que se vale de su propia vida para escribir, su vida no es otra cosa que una materia prima, como la madera con la cual, aplicando instrumentos de trabajo, fabricó una mesa que no estaba en la madera. El poema no estaba en la vida del poeta, sino que su vida funcionó como materia prima, como materia natural, porque materia prima son los poemas de los otros poetas. La vivencia del poeta es materia natural que, trabajada por los poemas de otros, se transforma así en materia prima.

      El problema que planteo es que escribir siempre es un trabajo; sólo me doy cuenta de que los instrumentos que creía conscientes y racionales en realidad son inconscientes.

      Los instrumentos son históricos, ideológicos y psíquicos y los tres son inconscientes para el sujeto, porque si bien el mecanismo histórico, el instrumento histórico, es consciente, es consciente para la historia, no para el sujeto, no para el hombre. Los modelos ideológicos funcionan de manera inconsciente, lo psíquico verdaderamente real es lo inconsciente.

      Los mecanismos con los cuales trabajamos la materia prima o la materia natural, la vivencia del propio poeta y los libros que ya están escritos antes de la existencia del poeta son mecanismos inconscientes. Desde este lugar no me cuesta ningún trabajo hacer un pasaje y pensar un campo que denomino Poesía y Psicoanálisis.

      El lugar desde donde digo: sin la función poética no hay poesía, no hay pintura, no hay música, y nosotros agregamos: tampoco hay interpretación psicoanalítica sin función poética.

      Ponemos así la interpretación psicoanalítica en el lugar de la superestructura del arte, es decir, pintura, música o cualquier otra expresión que se conciba artística. Es tan nuevo para la historia del sujeto eso que acontece como interpretación psicoanalítica, como lo es para la historia de la humanidad un nuevo poema que acontece con las características de serlo.

      Normalmente se dice: Fulano de Tal dejó en su obra la elegancia de sus gustos. Lo que propongo es una lectura casi a la inversa, esto es, esa obra, que tenía que ser escrita de esa manera, puso en ese sujeto esa elegancia que en realidad no conocí, sino que ahora leemos desde su escritura.

      La escritura es el efecto de haber procesado una lectura. Aquí se plantea el problema de qué es leer.

      Estamos leyendo permanentemente. Tomamos café y pensamos: «Estará caliente, estará frío», y eso es una lectura.

      Alguien dice: «No sé si voy a llegar». Acaba de leer. Y parecen lecturas ingenuas, pero en un caso usó la física; en otro, las matemáticas.

      Usó sin saber y eso se llama la cultura, eso se llama la civilización: sin saber utilizamos todos esos fenómenos que han ocurrido a lo largo de la humanidad y los utilizamos para leer pequeñas cosas cotidianas. Hay instrumentos, entonces, en lecturas sencillas como «voy a llegar tarde», «me mira con mirada inteligente» o «cree que me estoy enojando». Cada vez que hago eso, estoy haciendo una lectura.

      Si los modelos ideológicos funcionan de manera inconsciente, lo ideológico es la propia vida del sujeto; por eso la ideología no se puede abolir. La ideología se puede transformar, pero no se puede exterminar, porque se exterminaría al hombre.

      La «propia vida del sujeto», que el sujeto defiende con uñas y dientes, es, en él, inconsciente.

      En apariencia, este fue el siglo del error. No funcionaron las grandes doctrinas, ningún gran descubrimiento, pero me acaban de preguntar en la radio si el psicoanálisis ya se terminó cuando todavía no ha empezado, cuando no ha pasado siquiera un siglo. Aún no se conoce en el sentido de que tenemos un instrumento novedoso en las manos, que nos quema y que produce revoluciones del sentido, de lo que creo que soy.

      El psicoanálisis produce una alteración total de la verdad. Podría decir: «esa lluvia que veo es real, porque la veo», y la lluvia es real por un montón de motivos, menos porque yo la veo. La mirada es lo que más le miente al hombre. Ve sólo el diez por ciento de lo que hablamos y podemos expresar el diez por ciento de lo que seríamos capaces de expresar, de pensar. Es decir, también

un amor atado.

      Los periódicos trabajan todos sus artículos con un máximo de trescientas palabras. Esa no es la lengua castellana. La lengua castellana tiene un millón de palabras. Los cómicos, aun estando en los medios de difusión, aumentan esas trescientas palabras a mil. Los poetas, los buenos poetas, trabajan con diez mil palabras. Quedan novecientas noventa mil palabras no utilizadas por nadie. La gente es capaz de decir frente a esa ignominia que ya está todo dicho. Sí, ya está todo dicho con las trescientas palabras, que es la vida que nos permiten.

      La lengua castellana tiene un millón de posibilidades de combinarse, y en ese sentido decía que sólo podrían usarlas los cultos, sólo los nobles, los grandes, los profesores. Ya eso apuntaba con los medios por los cuales nos permitiría ser socializada la poesía, el hecho poético, el hecho simbólico.   Y, diciendo que es un trabajo aquello que yo produzco, un producto efecto de trabajo, un poema entra en un nuevo proceso de trabajo como cualquier mercancía. Entra como instrumento: con un poema puedo leer una realidad, y entra como materia prima sobre la cual, trabajando, voy a producir otro escrito.

      Existe la posibilidad de pensar una máquina herramienta del pensamiento. Existía la posibilidad de que la ciencia matemática se hiciera corriente de opinión, que pasara de ciencia a producción de filosofía, de ahí a producción de ideología y luego corriente de opinión. Así, no hace falta conocer la ley de los números naturales para sumar. Es corriente de opinión. Antes del descubrimiento de la ley de los números naturales (n + 1), la gente contaba de manera primitiva, tenía que mostrar algo, los dedos, el ábaco, las piedrecitas, los nudillos, enfrentando el objeto que querían contar. Para pensarlo simbólicamente había que entender la ley de los números naturales y así nació la ciencia. Ahora que han pasado dos mil años es corriente de opinión, ya que nadie tiene que entender la ley de los números naturales para sumar.

      Del mismo modo que una ley matemática se hace filosofía, luego ideología y, por último, corriente de opinión, también puede ocurrir con la poesía, con el psicoanálisis o cualquier disciplina que abra nuevos caminos para la humanidad.

      La conversión de la inspiración y la musa en trabajo hace accesible este asunto. Puede decirse que hay gente a la que le da trabajo trabajar, y yo diría que sí, que es verdad. En un recuerdo que tengo, veo el arte poético como un esperar. Si me permiten decirlo, el Menassa joven. La actitud poética era la actitud de espera. Allí no sería atravesado por el lenguaje, por la historia, la polémica. Recuerdo haber escrito un poema que decía que al poeta le mostraban piedras preciosas, diamantes de África, mujeres extranjeras, se le leían poemas por altavoz, todo para que dejara de esperar, porque en la espera era donde buscaba su sol, buscaba su poema.

      Pasan los años, y evidentemente impactado por la comprensión que permite el psicoanálisis de los procesos de creación, escribo un nuevo poema para hablar del arte poético:

Fui lo que se dice un buen fenicio, en todo.

Fui lo que se dice un buen fenicio, en todo.

      No era navegar por navegar, mi oficio,

      mi oficio era tenderme entre los puertos.

Rosa perdida de perfumes rotos,

      color de soledad, dejaba en cada puerto,

      un infinito brote de locura.

No estoy perdido de amores sino de tedio:

      ya nadie corre por los peldaños de mi mente como tú,

      ya nadie abre su fuente con alegría y deseo para mí.

      Yo ya no veo tus ojos en lo profundo de mis manos.

Navegar por navegar no es mi oficio,

      arrancar trozos de la nada y unirlos en conjuro,

      ese es mi oficio silencioso y tenaz, como de versos,

      mi oficio no se puede aprender, no sabe, es ciego.

En el impacto del choque con la interpretación del deseo inconsciente en el proceso de creación, el poeta queda totalmente convencido de que el arte poético es absolutamente inconsciente y que él muy responsable de eso no es. Elabora en esta situación una posición de la escritura como mandato social. Es escritor en realidad por mandato social. Es ciego al mandato y ciego al producto del mandato.

      Podríamos, haciendo un paréntesis, ver esto en la interpretación psicoanalítica y preguntar hasta dónde llega la responsabilidad del que la hace y, también para el poeta, hasta dónde llega la responsabilidad de haber escrito un verso.

      Llega hasta ahí. Exactamente hasta ahí. Lacan lo decía así: «Ha comenzado su verdadero viaje». Ha terminado su psicoanálisis y ha comenzado su verdadero viaje. Ahora que ya fue producida la interpretación, usted haga con ella lo que quiera. Hasta la interpretación era el viaje del psicoanálisis. Después de la interpretación es el viaje del sujeto Fulano de Tal.

      El viaje del poeta es haber escrito el verso. El verdadero viaje comienza cuando aparece el primer lector.

      Si nos fuéramos pensando que hay varias maneras de pensar, sería suficiente. Porque, no contento con lo que ya pensaba del arte poético, escribo un poema y le llamo:

Oficio de poeta

Envuelto en las brumas del tedioso vivir,

      sólo la poesía me acompaña.

Cuando voy por la vida, Ella,

      suele asombrarse de mi soledad.

      Le digo que no importa,

      en su presencia el mundo se detiene para mí,

      los pájaros más nocturnos velan mi sueño.

Envuelto en los poderosos ruidos de la máquina,

      sólo su voz humana me acompaña.

Cuando hacemos el amor, Ella me reprocha,

      amarla como si fuera única.

      Le digo que no importa,

      en su presencia el mundo detenido en mis manos,

      se abre para mí, lo múltiple se abre para mí,

      añejas pasiones y amores venideros,

      delirios y mujeres, se abren para mí,

      diosas enamoradas y diademas, belleza embrutecida,

      el aire se abre para mí, los espacios abiertos

      donde nuestro gran sol es una estrella más.

Envuelto en las sutiles marañas del poder,

      toda la vida es Ella.

Cuando Ella me encuentra en esa encrucijada,

      donde yo mismo soy el amante de la muerte,

      Ella baila desnuda, despojada, también, del amor,

      dispara sobre mí para que no muera,

      un millón de palabras en libertad.

      Le digo que no importa,

      en su presencia danzarina, la muerte deja de brillar,

      tiemblan los cementerios,

      se abren los corazones profundos de la tierra,

      la vida nace por doquier

      y el frenesí es color, vértigo, duda,

      danza de la alegría sin escrúpulos,

      alegría en plena libertad,

      muerte de la muerte.

Aquí el poeta complica el asunto, porque intenta decirnos que el proceso de creación es una relación que él tiene con esa abstracción que nos plantea como poesía. Plantea el problema de la inmortalidad; dicho de una manera concreta, que no es el poeta el que se inmortaliza, sino que, en todo caso, hay algunos poemas que se inmortalizan.

      La muerte de la muerte es lo que puede la poesía. Lo más importante es que el poema plantea que hay una relación misteriosa del poeta, del sujeto concreto que escribe, y la poesía. Una relación con una abstracción, con un ideal, con una marcación, una especie de Ideal del Yo.

      En este momento se está escribiendo un poema. ¿Por qué? Porque estamos poniendo en juego las pasiones y los requerimientos del trabajo de la poesía. Están nuestras vivencias, están las palabras, hay palabras de otros poetas, recuerdo otros libros, ustedes recuerdan otros libros. Hay una situación particular que nos reúne. Tenemos nuestra ideología, nuestra filosofía, nuestra psique.

      Está todo, está la materia prima; por lo tanto, en este momento se está escribiendo un poema. Lo que no sabemos es si el agraciado que lo escribe en una hoja, el agraciado que representará para que se sepa que se estuvo escribiendo un poema, ése quizá no está entre nosotros, y si entienden esto, entienden lo que pienso del procesamiento de la poesía.

      ¿Este es mi poema o este Oficio de poeta lo escribió otro poeta y yo lo único que hice con mi ordenador fue transcribirlo, y el poema que yo estoy escribiendo sobre el arte poético quizás lo escribe uno de ustedes?

      Es una bella pregunta la que hago. Hay en ella cierta universalidad o historia de la poesía. Más allá de lo que piensan los sujetos, más allá de lo que todos pensamos, hay una historia propia de la poesía que se va concibiendo más allá de lo que aquellos que la conciben, los poetas, piensen de la situación.

      Un poco más adelante, el título Oficio del poeta, se transforma en arte poético. Es un intento generalizador. En Oficio del poeta, el poeta estaba en medio de la frase, el poeta que pudo escribir eso estaba metido en el título; en cambio, en Arte poética no está metido en el título, lo roza de sesgo.

      Analizando los títulos, pensé que en este poema se va a intentar una generalización que no consigue en el anterior. Ese error se ve ahí donde complica el proceso de la producción poética el que el poeta estuviera tan en contacto con la poesía, en un diálogo casi personal. Leamos el tercer poema:

Arte poética

Poesía, lo sé, mientras te escribo,

      dejo de vivir.

Entrego, mansamente, mis ilusiones,

      mis pobres pecados proletarios,

      mis vicios burgueses y, aún,

      antes de penetrar tu cuerpo

      -tapiz enamorado-,

      abandono mi forma de vivir,

      miserias,

      locuras,

      hondas pasiones negras,

      mi manera de ser.

Vacío de mis cosas,

      abanderado de la nada,

      transparente de tanta soledad,

      invisible y abierto,

      permeable a los misterios de su voz,

      intento,

      rasgo sonoro sobre la piel del mundo

             la piel de la muerte

             la piel de todas las cosas.

Poesía, sobre tu piel, rasgos sonoros,

      esquirlas apasionadas,

      imborrables astillas de mi nombre.

Un psicoanalista mayor puede decir a un psicoanalista más joven: «Olvídese de su pasado y podrá ser un buen psicoanalista» o «no recuerde ninguna interpretación que le hayan hecho y así usted hará una buena interpretación». Un maestro samurai también diría: «Cuando te olvides de cómo te enseñé a manejar el arma, aprenderás; el arma formará parte de tu cuerpo y ahí sabrás manejarla».

      Tiene algo de artes marciales. Me perdí un poco. El goce de la interrupción; la interrupción trae goce y por eso molesta. Estaba tan preocupado en demostrarles lo que quería demostrar que de pronto tuve una interrupción y sentí un placer; conversando se me fueron las preocupaciones. Después uno dice: ¡Ay, me interrumpí! Tuvimos un goce de más, un goce que no hubiese habido.

      En ese goce que no hubiese habido, siempre hay escritura. Un día me preguntaron si gozaba escribiendo, porque confesé que escribía de cuatro a cinco horas diarias. Dije que sí, pero no más que con otro trabajo, porque hago otros trabajos también. En todo trabajo se goza, porque se goza en todo aquel lugar donde pierdo, donde rechazo mi personalidad, mi manera de ser, mis pensamientos acerca de la vida, mis compañeros y mis amantes.

      No puede haber mundo diferente si nadie piensa el mundo diferente; si todos estamos absolutamente convencidos de que no hay otro mundo y esto es lo que es, eso es lo que puede el hombre.

      Pero el hombre es capaz de modificar la realidad social histórica si es capaz de imaginarla. Ningún poema dijo eso, sino Einstein. Einstein decía que para poder conceptualizar había que representar. Y se preguntaba: ¿cómo es posible conceptualizar algo nuevo si primero lo tengo que representar y no lo puedo representar porque es nuevo?

      Allí Einstein decía que la función poética era esencial en la producción no-poética, en la producción científica, porque hay un momento de la representación de la cual se saltaba a la conceptualización, que dependía estrictamente del imaginario universal, y del imaginario universal es de lo que se nutre la función poética.

      Para entrar en coloquio planteo lo siguiente: El inconsciente de la poesía es más extenso que el inconsciente del sujeto psíquico.

Miguel Oscar Menassa

Tomado del libro:

Poesía y Psicoanalisis  (1971- 1991)

20 años de Historia de Grupo Cero.

http://www.miguelmenassa.com/psicoanalisis/1995/poesiaypsicoanalisis/indice.htm

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