Las Soluciones Legales Al Tratamiento De La Violencia Contra Las Mujeres. Una Lectura Psicoanalitica

LAS SOLUCIONES LEGALES AL TRATAMIENTO DE LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES. UNA LECTURA PSICOANALITICA.

Ponencia VI Congreso Virtual de Psiquiatría Interpsiquis 2005

Resumen

Además de todos los esfuerzos que se están llevando a cabo para la prevención e
intervención en el caso de la violencia de género, considerados como algo totalmente
necesario e imprescindible, planteamos en el actual trabajo, la necesidad de considerar
los aspectos psíquicos en juego, tanto en el maltratador como en la maltratada, y
proponemos el psicoanálisis como una opción terapéutica eficaz. Teniendo en cuenta
este aspecto del problema, se sugieren posibles modificaciones para futuras campañas
contra la violencia de género.

Abstract

Besides all the efforts that are being carry out for the prevention and intervention
in the case of the violence against the women, you considered as something totally
necessary and indispensable, we present in the present work, the need to consider the
psychic aspects in play, so much in the abusing one like in it mistreated, and we propose
the psychoanalysis as an efficient therapeutic option. Keeping in mind this aspect of the
problem, possible modifications for future campaigns against the violence against the
women are suggested.


Observaciones psicoanalíticas sobre el maltrato

Diversos autores han señalado el aumento de los malos tratos a la mujer en los
últimos años. Nos preguntamos si el tipo de campañas realizadas en este periodo no
tendrá una incidencia sobre estos resultados. En la presente participación en esta mesa
redonda se analizarán distintas fuentes en aras de comprobar la veracidad o no de esta
aseveración y se valorarán las posibles razones por las cuales no se consiguió el objetivo
deseado, sino su contrario. La intención no es señalar errores pasados, sino poder pensar
una campaña que no suponga el riesgo de la anterior.
Estas campañas se centraron especialmente en remarcar la importancia de la
denuncia del agresor por parte de la agredida. Uno de los problemas de esta
unilateralidad es el de que instar a la denuncia como hecho aislado, sin hacer hincapié
en otros aspectos del problema, conlleva un aumento de la violencia que en ocasiones
causa la muerte de la víctima, ya que la denuncia es vivida por el agresor como una
traición.
Como hemos reseñado anteriormente, en los últimos años hemos asistido a un
aumento espectacular de casos del llamado maltrato de género, aquel infringido
en el seno de una relación de pareja, independientemente del tipo de la misma.
Frecuentemente el conocimiento del maltrato tiene lugar cuando la relación por parte de
uno de los miembros, generalmente la mujer, se rompe, asistiendo en esas
circunstancias a un agravamiento de los malos tratos que incluso desembocan en la
muerte de la mujer maltratada. Es decir, una situación mantenida en ocasiones durante
muchos años, se ha hecho insostenible. Cuando uno de los dos denuncia, hay que
escucharlo como una demanda, como un pedido de intervención, de tratamiento.
Hay que tener en cuenta los hechos, el que asesina, es un asesino, y quizá
también deberíamos diferenciar el maltrato del asesinato. De hecho hay casos en los que
la mujer ha vivido sometida a violencia durante años enteros y un día el marido o la
pareja, la mata. No podemos decir que el maltrato tenga la misma causa que el
asesinato. Habrá que analizar a posteriori qué pasó en esa relación para llegar al
asesinato.
Según el Instituto de la Mujer, desde el 2001 al 2003, se ha duplicado el número de
denuncias de malos tratos. Para la evaluación de estos datos, hay que tener en cuenta
que hasta el 2002 no se contaban los malos tratos llevados a cabo por exconyuges,
compañeros o excompañeros sentimentales, novios o exnovios (es decir que el término
maltrato está aún en revisión). Así mismo la explicación a este aumento tan
significativo del número de denuncias es variado, aunque en general se está de acuerdo
en que en dicho aumento influye decisivamente el hecho de que cada día son más las
mujeres que deciden denunciar esta situación, actitud que por otra parte es fomentada
desde distintos colectivos y a través de las diversas campañas institucionales llevadas a
cabo. De un problema privado se ha convertido en un problema social.
No obstante en la valoración de este aumento siempre planea la sombra de que
cada día es más frecuente el maltrato a la mujer. Frecuentemente se piensa que los
cambios sociales producidos en los últimos años, con una mayor incorporación de la
mujer a la vida social, chocan con una sociedad machista, donde el poder ejercido
históricamente por los hombres se revela contra esta situación. En esta concepción del
problema, que tiende a una explicación sociológica, se obvia la cuestión de la posición
psíquica del sujeto, que es fundamental, tanto para la comprensión del maltrato, como
para su abordaje terapéutico.
Este problema ha generado una alarma social que mueve a los poderes
institucionales y a los distintos colectivos sociales y sanitarios a plantear medidas en
contra de dicha violencia. En general todas estas medidas van dirigidas a la que se
conoce como víctima de la situación, es decir a la mujer. Son pocos los que se plantean
un abordaje de la situación desde la pareja o que planteen el tratamiento del maltratador.
Así por ejemplo, en España, las primeras terapias de rehabilitación de maltratadores se
pusieron en marcha en 1995, bajo la coordinación de Enrique Echeburúa, Catedrático de
Psicología Clínica del País Vasco, programa que según explica el propio catedrático
nació tras varios años de prestar asistencia a mujeres maltratadas y comprobar que
muchas de ellas seguían conviviendo con su agresor y además no tenían ninguna
intención de abandonarlo.
En un estudio sobre las medidas adoptadas por los Estados Miembros de la
Unión Europea para luchar contra la violencia hacia las mujeres se analiza el periodo
1995-2001. Desde 1995, 14 países (93%) han destinado alguna de las campañas de
sensibilización realizadas a la población general y 13 países (87%) han dirigido algunas
de sus campañas a las víctimas de la violencia. El único colectivo al que menos de la
mitad de los países ha dedicado sus campañas es el de los agresores (6 países, 40%).
Cuando se habla de violencia de género se hace mención generalmente al maltrato que
el hombre ejerce sobre la mujer en una relación de pareja. Si bien el numero de casos en
los que la situación es ésta, no debemos olvidar que también se dan casos de hombres
maltratados, de los que los datos son escasos puesto que sólo aparecen recogidos desde
2002 (antes no hay datos de denuncias masculinas).
Esta aclaración para señalar que este hecho refleja una manera de pensar en la
que se supone que la mujer es una víctima pasiva de una situación generada por una
pareja violenta, de la que, dada la posición de poder del hombre y de dependencia de la
mujer, fundamentalmente económica, le es difícil escapar. La mayor parte de las
mujeres (entre el 40 y el 89%, según las estadísticas), permanecen con su pareja durante
más de diez años, y en algunos casos vuelven con ellos, aunque hayan sido capaces de
abandonarlos temporalmente. El 11.6% de las mujeres había tenido relaciones anteriores
en las que habían sufrido abusos de su pareja. En muchas ocasiones la denuncia
presentada tras sufrir una agresión es retirada posteriormente por la propia mujer y no es
raro que en algunos casos la situación de maltrato salga a la luz por primera vez tras el
asesinato.
Habría que preguntarse qué situaciones incluye el término maltrato o violencia
de género. En la definición de este término intervienen la psicología, que dictamina lo
que se considera un maltrato psicológico, el derecho, que define qué es un acto violento,
cuando este es grave o leve, delito o falta, etc.
La Ley Integral sobre el maltrato incluye aspectos legales, apoyo social a las
víctimas (centros de acogida, inserción laboral), formación de profesionales para
atender a los casos, y medidas educativas para la población general.
Es fundamental para todas estas medidas englobar varios y distintos casos bajo
el mismo rótulo de maltrato, pero a la hora de abordar estos casos desde el punto de
vista terapéutico, tanto de la agredida como del agresor (si hablamos exclusivamente del
maltrato ejercido sobre la mujer), tenemos que tener en cuenta que cada caso es singular
y que no todos los casos deben ser considerados de la misma forma.
En cuanto a la etiología del maltrato, hay una tendencia a referirlo a causas
sociales, o cuando se habla de causas psicológicas, se tiende a hablar de la personalidad
del agresor o de la personalidad de la víctima, y otra vez caemos en la generalización,
cómo si hubiera un tipo de caracteres fijos que correspondieran a la víctima o al agresor.
No es este el caso del maltrato. En Medicina llamamos síntoma a un dato
referido por el paciente, pongamos como ejemplo el dolor abdominal, que puede
corresponder luego a múltiples patologías: una apendicitis, una hepatitis, un embarazo
ectópico, etc. El maltrato es un síntoma, no es en sí un padecimiento que corresponda a
una única causa.
Antes de hablar de cuáles podrían ser las diferentes posiciones psíquicas tanto
del agredido/a como del agresor/a, tendríamos que poner sobre la mesa unas cuantas
ideas para aclarar a qué nos referimos cuando decimos posición psíquica.
No hay una relación de dos sujetos, es decir, hay dos sujetos, con toda su
complejidad, uno tiene una relación con el otro, que es totalmente diferente de la
relación que el otro tiene con el primero. No es una relación compartida, sino que es el
encuentro de dos maneras de relacionarse. Si nos atenemos a los datos de que la mujer
maltratada permanece por años en esa situación, e incluso en un número no despreciable
de casos la repite con otras parejas, tenemos que pensar qué factores psíquicos la hacen
permanecer en esa relación, más allá de los factores externos o sociales. No se puede
tener en cuenta el hecho sin tener en cuenta el trabajo realizado para llegar a esa
situación y la implicación de los sujetos. Sabemos ya que el maltrato no es una cuestión
de clase social, formación cultural, raza o edad.
Partimos, para seguir hablando de que todo sujeto está implicado en su vida y en
su situación, somos responsables de nuestros actos. Si somos médicos, somos
responsables de haber estudiado medicina, si tenemos éxito en lo que hacemos, lo
hemos conseguido con nuestra implicación, con nuestro trabajo, con la participación en
ello de nuestro deseo, pero esto que parece más fácil de aceptar cuando algo va bien,
nos resulta muy difícil de aceptar cuando algo va mal, cuando nos va mal, nos cuesta
hacernos responsables de ello y tendemos a culpabilizar a la sociedad, a nuestros padres,
etc. Esta es obviamente una posición infantil, en la cual uno mismo no se quiere hacer
responsable de su implicación como sujeto.
Pensar la implicación del sujeto es fundamental para pensar la cuestión del
maltrato.
No hay maltratador sin maltratado. Por supuesto que el maltratador debe ser castigado
por la ley y que la mujer maltratada es una víctima, tanto para el derecho como para el
psicoanálisis, pero para el derecho es una víctima del maltratador, para el psicoanálisis
que sea una víctima del maltratador ya es una consecuencia, un resultado, de lo que
verdaderamente es victima la maltratada es de una posición psíquica, de un
pensamiento, de una frase que la hace permanecer ahí, no podemos olvidar los hechos, y
los hechos son que muchas de las maltratadas permanecen por largos periodos de
tiempo junto al maltratador.
Desde nuestra experiencia clínica, y nuestra formación teórica psicoanalítica,
después del tratamiento y seguimiento de varios casos de maltrato, hemos observado
que existen diversas posiciones psíquicas en juego en el maltrato, planteamos aquí
algunas posibles.


Posiciones psíquicas de la maltratada

a) Posición hostil: Ante sus primeras relaciones sexuales, al hombre y a la
mujer les suceden cuestiones psíquicas de importancia para entender el problema
del maltrato: él puede quedar atrapado en lo que llamamos servidumbre sexual,
sometido a esa mujer que le hizo conocer el placer sexual. Y a ella le pasa
siempre, en mayor o menor medida, que a esa primera relación sexual se asocia
una marcada hostilidad. La mujer transfiere a su primer matrimonio o a su
primera relación la hostilidad que existe en toda relación madre-hija. Ella es
capaz de permanecer toda la vida al lado de su primer compañero sólo para
vengarse, muestra una continua hostilidad hacia él, aunque con ello destroce su
propia vida. El paroxismo de este tipo de relación sería dejarse matar para
obtener la mayor de las venganzas: transformarle en un asesino, encerrarlo para
siempre en la cárcel.


b) Posición masoquista: Tanto el masoquismo como el sadismo son
constitutivos del sujeto. Entre la normalidad y lo patológico, sólo hay una
diferencia cuantitativa, para realizar el acto sexual normal siempre entra en
juego un pequeño grado de violencia. Nos sorprende siempre pensar que hay
sujetos que obtienen goce del dolor, pero esto es un hecho clínico indiscutible.
Habría por tanto algunos casos de maltrato en los que el sujeto maltratado, más
allá de su sexo, está posicionado de manera masoquista. Este es un caso donde el
asesinato se puede leer como accidente. El sádico que el masoquista se ha de
procurar para sus juegos sexuales se extralimita, hay un demás en la búsqueda
de ese goce por el dolor, que termina en la muerte de aquel que ocupa la
posición de masoquista.


c) Posición depresiva: Decimos del depresivo que es un asesino tímido, la
depresión siempre acontece ante la pérdida de objeto, este objeto puede ser el
objeto amoroso, un ideal… El depresivo, para hacer cómo si no hubiera perdido
el objeto, se identifica con él, lo introyecta en su yo, se lo guarda para sí, pero
además de amor contra ese objeto hay rencor por el abandono, el depresivo
parece autocastigarse, se insulta constantemente: no sirvo para nada, soy un
inútil… pero en realidad es al objeto perdido, que ahora forma parte de él al que
insulta, y cuando se mata, es al objeto perdido al que cree matar. Esta podría ser
otra de las posiciones psíquicas en juego en el maltrato.


Posiciones psíquicas del maltratador

a) Concepción sádica del coito: En un periodo de su constitución sexual, el
niño considera el coito como una violencia, como una agresión, le resulta muy
similar a las peleas que él tiene con sus amiguitos, y le parece un acto de amor
ser pegado por su padre o pegarle, esta concepción sádica del coito, que en
principio es una teoría infantil, puede mantenerse hasta edades muy avanzadas
de la vida, e incluso ser la única manera en la que el sujeto pueda concebir las
relaciones entre los sexos. Es un sujeto que no conoce otra manera de amar que
la de golpear a la pareja sexual.

b) Posición sádica, en contraposición con la posición masoquista. Con el
término posición queremos aludir, entre otras cosas a la movilidad de estas
estructuras, no son fijas, de tal manera que aquél miembro de la pareja que toma
en ocasiones una posición sádica, puede tomar una posición masoquista en otro
momento de la relación, independientemente de su sexo biológico.

c) Degradación del objeto amoroso: El amor adulto se compone de una
corriente sensual y una corriente tierna, en ocasiones, hay sujetos que no pueden
aunar estos dos componentes en el amor a un único objeto amoroso, de tal
manera que no son capaces de mantener relaciones sexuales, o de realizar sus
pequeñas perversiones sexuales con la mujer a la que aman tiernamente, y eligen
una mujer distinta a la que no aman, a la que consideran un objeto degradado
por cualquier circunstancia: clase social inferior o superior, distinto nivel
cultural o cualquier otra característica, con la que sí pueden realizar esas
perversiones. Decimos que la corriente sensual y la corriente tierna están aquí
disociadas. Estos sujetos que precisan esta degradación de la vida erótica, son
capaces en esta degradación del objeto amoroso, de llegar al maltrato. A veces,
no es necesario que haya dos mujeres en juego, sino que la misma relación
puede ser en ocasiones predominantemente tierna y en otras ocasiones
predominantemente sensual.


Conclusiones

Si consideramos que la posición psíquica juega un papel en el maltrato, reconociendo
la importancia de las otras intervenciones, que también son necesarias: desarrollo de una
Ley Integral que contemple la inserción laboral, centros de acogida, educación a la
población, penas para los agresores, etc, podríamos pensar que el psicoanálisis, como
instrumento transformador de la posición psíquica del sujeto, puede jugar un importante
papel en el abordaje terapéutico de estos casos, tanto del maltratador como de la
maltratada. No se trata sólo de denunciar, sino de hablar, hablar bajo el marco analítico.

Si bien las medidas preventivas son absolutamente necesarias y probadamente
eficaces, tenemos que tener en cuenta que no es posible que prevengan todos los casos
de maltrato, al igual que no es posible acabar con las guerras, porque la agresividad es
un elemento constitutivo del sujeto psíquico. Por ello, se hace necesario, además de
pensar medidas preventivas, pensar medidas eficaces para los casos emergentes, el
psicoanálisis se encuentra entre estas medidas.

Las campañas violentas sólo generan más violencia. Incide más una frase sobre la
posición del sujeto, que mil imágenes donde una mujer es torturada, estas imágenes más
que prevenir las actitudes violentas, incitan a ellas.


Bibliografía

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− La agresividad en psicoanálisis. Jacques Lacan. Escritos 1.Siglo XXI Editores. pp 94-


Dra. Pilar Rojas (Psicoanalista, Médico Especialista en Reumatología y Medicina de
Familia)
Dra. Alejandra Menassa (Psicoanalista, Médico Especialista en Medicina Interna)

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