30 DE MARZO: DÍA MUNDIAL DEL TRASTORNO BIPOLAR
30 DE MARZO: DÍA MUNDIAL DEL TRASTORNO BIPOLAR
El 30 de marzo se celebra el Día Mundial del Trastorno Bipolar, día en el calendario que es la fecha de nacimiento de Vincent Van Gogh, el cual se creía que padecía este trastorno.
¿Qué es el Trastorno Bipolar?
El Trastorno Bipolar es un trastorno psicológico que se caracteriza por la alternancia regular de fases de depresión y fases de manía. El estado afectivo oscila desde una exagerada tristeza a una sensación de extrema alegría, a través de cierto estado intermedio. Pero lo más importante para saber que nos encontramos frente a este trastorno es que no hay motivos exteriores que justifiquen ninguno de los dos estados. Lo que ocurre en la persona que padece un trastorno bipolar son complejos procesos psíquicos.

¿Cómo podemos saber si estamos frente a un Trastorno Bipolar?
Normalmente se inicia con una fase depresiva o melancólica presentando los siguientes síntomas:
- Estado de ánimo profundamente doloroso
- Pérdida del interés por el mundo exterior
- Inhibición de todas las funciones, alimenticias, de movimiento, de higiene, de sueño
- Apatía, abulia
- Disminución del amor propio y autorreproches que la persona se dirige hacia sí misma
Esta fase puede ser seguida de una fase maníaca, o de un periodo intermedio hasta la aparición de la fase maníaca, que se caracteriza por los siguientes síntomas:
- Estado de animo de extrema alegría
- Enérgica actividad, a veces, incluso, pudiendo producir problemas físicos
- Sentimiento de invulnerabilidad, de omnipotencia
- Sensación de libertad de toda inhibición y al abrigo de todo reproche o remordimiento
A veces los estados o las fases de manía son hipomaníacas, es decir, de menor intensidad, pero seguidas, también, a una fase depresiva.
Veamos lo que el Psicoanálisis nos dice de este trastorno.
En la fase depresiva o melancólica la persona presenta la misma sintomatología que si se encontrara en un proceso de duelo por la pérdida de un ser querido, a excepción de la disminución del amor propio, que no aparece en el duelo. En una serie de casos, la depresión constituye, también, una reacción a la pérdida de un ser amado. Otras veces se observa que la pérdida es de naturaleza más ideal; por ejemplo, la persona no ha muerto pero ha quedado perdida como objeto erótico. Y en otras ocasiones no se consigue distinguir, claramente, qué es lo que el sujeto ha perdido. La melancolía, también, está relacionada entonces con una pérdida de objeto, solo que, a diferencia del duelo, la persona no sabe lo que ha perdido. La pérdida ha sido sustraída a la conciencia.
Pero, además, el estado melancólico puede desencadenarse no solo frente a la pérdida del objeto amado, sino también frente a la no coincidencia de lo que quiero o pienso con la realidad.
El melancólico niega la pérdida del objeto, no acepta su abandono, y su elección narcisista de objeto lo lleva a que se identifique con lo perdido; lo introyecta para no perderlo. Este proceso trae consigo una modificación de una parte de su yo, para dar cabida al objeto amado perdido. Este particular mecanismo, característico de la melancolía, explica los autorreproches que el melancólico se dirige a sí mismo, y la disminución del amor propio. Realmente esos autorreproches no están dirigidos al propio sujeto, sino al objeto perdido ahora introyectado. Tiene lugar una modificación en el yo del sujeto: la sombra del objeto, nos dice Freud, ha caído sobre el yo, de ahí su empobrecimiento.
Podemos concluir diciendo que en la depresión, frente a la pérdida del objeto, el objeto triunfa sobre el yo, ya que su incorporación simbólica produce una considerable modificación del yo.

Pero la peculiaridad más singular de la melancolía es su tendencia a transformarse en manía. No toda melancolía sufre esta transformación, y solo cuando esta alternancia es regular, recibe el nombre de Trastorno bipolar, también conocido como locura cíclica.
El modelo de la manía sería los estados de alegría, exaltación y triunfo, y presentan la misma condicionalidad económica que la melancolía, pero en caso contrario.
Ambas afecciones lucharán con el mismo complejo, el cual sojuzgará al yo en la melancolía y quedará sometido o apartado por el yo en la manía. Si en la melancolía toda la libido se ha dirigido hacia el objeto perdido e introyectado en el yo, en la manía se hace, de repente, superfluo ese gasto de energía psíquico sostenido durante largo tiempo, quedando entonces la energía disponible para las más diversas aplicaciones: una intensa y extrema disposición a la actividad que constituye la antítesis de la depresión e inhibiciones propias de la melancolía. Podemos atrevernos a decir que la manía es el triunfo del yo sobre el objeto, salvo que el yo ignora nuevamente qué y sobre qué ha conseguido.
El maniaco nos evidencia su emancipación del objeto que le hizo sufrir, emprendiendo con hambre voraz, nuevas cargas de objeto.
En la situación normal, el sujeto acepta la pérdida del objeto y sustituye lo perdido, cuanto más rápidamente mejor, porque de esta manera intenta ganar lo perdido, sin coste para el yo, y sin una loca nueva carga de objeto. Sin embargo, en todos hay una tendencia a conservar lo que se perdió, ya que el hombre no abandona gustoso algo que le produjo alguna vez goce o algo que consiguió. Pero solo somos capaces de hacerlo mediante un trabajo y esfuerzo que es el proceso, no patológico, del duelo.
¿Cómo se trata el Trastorno Bipolar?
El trastorno bipolar es un trastorno psíquico y como tal requiere de un tratamiento psíquico como es el Psicoanálisis. En Psicoanálisis no utilizamos medicamentos para el tratamiento de este trastorno. Mediante la aplicación del método y técnica psicoanalítica, la acción terapéutica va produciendo en el paciente regulaciones de cantidades en el aparato psíquico, además de autoconocimiento y autotransformación, que le ayudan a construir un estado de salud psíquica y social que le permita vivir sin enfermedad.

Pino Lorenzo López
Psicóloga Psicoanalista de Grupo Cero