DÍA MUNDIAL DE LA INFANCIA
20 de Noviembre: DÍA MUNDIAL DE LA INFANCIA
La palabra niño y la palabra infancia surgen en la historia de las lenguas en un momento determinado de la historia del lenguaje. Una cosa es la historia del ser que habla y otra la historia del lenguaje. También el Día Universal del niño o el Día Mundial de la Infancia, que se celebra el 20 de noviembre nació un año determinado, precisamente en 1955 se hizo oficial.
Un largo recorrido nos ha llevado al día de hoy, donde una vez más celebramos ese día, pero el concepto de infancia no nace hasta el siglo XIX. En Grecia, Aristóteles hablaba de la necesidad de la educación infantil para la formación de hombres libres, hasta los dos años acostumbrarles a dificultades como el frío, los juegos como imitaciones de las ocupaciones serias de la edad futura, recibiendo una instrucción informal como leer, escribir y educación física. En Roma pierde relevancia la educación física y el deporte, se busca forjar oradores, embellecer el alma mediante la retórica. Acceden a la educación solo los ciudadanos libres, hasta los 12 años las escuelas eran mixtas, después solo proseguían los niños ricos y algunas niñas por decisión del padre. Tanto en Grecia como en Roma la educación era una ocupación del Estado, mientras en la Edad Media pasa a manos de la Iglesia que se ocupará de la educación religiosa y seglar. Ya no se tratará de formar “librepensadores” sino siervos de Dios, bajo la autoridad de la iglesia. Se elimina la educación física bajo la concepción de que el cuerpo es fuente de pecado. Se impune la idea del niño como perverso y corrupto que debe ser socializado. A las mujeres se las considera niños grandes que necesitan tutela constante. El castigo físico se hace cotidiano para la educación.
En el siglo XVII y XVIII algunos filósofos plantean al niño como tabla rasa o pizarra en blanco, donde la experiencia dejará sus huellas, el niño no nace bueno ni malo, sino que dependerá de sus experiencias.
Con la llegada de la Revolución industrial y la burguesía los niños pasan a ser un elemento en la cadena de trabajo y la llegada de la maquinaria los saca de esa cadena, su escolarización se hace necesaria, Rousseau llega a decir que “el pequeño del hombre no es simplemente un hombre pequeño”, por eso la educación debe ser obligatoria e incluir a la mujer. Años después aparece la idea de educación preescolar y la interacción entre escuela-hogar-comunidad.
Comienza el estudio científico del niño, hacia la mitad del siglo XIX, que cada vez se va encaminando y especializando a diferenciar lo normal de lo anormal, lo normal de lo retardado, donde la educación del niño en cada país se debate entre seguir la idea de Rousseau de que el niño es bueno por naturaleza y requiere una educación permisiva o el niño es malo y necesita una educación autoritaria que haga uso del castigo físico y público.
Y llegó Freud con un nuevo concepto de infancia donde el niño es bueno y malo, y lo seguirá siendo de adulto, desde que construye el horror al incesto hasta el final de sus días, en ese marasmo de bondad y maldad, de pulsión de vida y pulsión de muerte, nacerán las virtudes y los vicios, la salud y la enfermedad. Freud considera que es humano desde el comienzo de su existencia, en tanto nace entre hablantes, donde el goce llega con la satisfacción de las necesidades, siendo tan necesario el chupeteo como alimentarse, y también llega el amor como elemento civilizador del goce ilimitado, puesto que el sentimiento de sentirse amado será un valor que pondrá un límite a ese goce sin límites, después con el complejo de Edipo y su disolución, llegará el horror al incesto y el nacimiento de su inconsciente, su propio desear, haciendo que el deseo civilice el goce y el amor, a partir de ese momento la cultura domina la naturaleza, llegan los diques incestuosos: repugnancia, pudor y moral, con sus consecuencias: el asco, la vergüenza, la culpa, que impondrán un deseo de libertad que se humanizará y transformará en una libertad de palabra, una libertad que no deja de ser un compromiso con la capacidad que la palabra otorga a cada sujeto. Los sueños de los seres humanos pueden ser muy inmorales, incluso sus actos, pero el sujeto es muy moral, nos enseña Freud, por eso los niños que se comportan “mal”, lo hacen por su necesidad de ser castigados, ya han deseado hacer algo que no se debe hacer, han deseado hacer el mal a un hermano menor y aunque solo lo han imaginado, ahora se portan mal porque necesitan ser castigados. Nada en el ser humano es casual, nada es del orden del ser, sino que habla con su comportamiento, con sus actos, sus ostentaciones, sus disimulos, sus síntomas, su tirar los juguetes o los objetos que caen en sus manos para pedir que vuelvan a él, su empujar al otro para que se vaya y pedir que vuelva junto a él, porque están diferenciando la presencia y la ausencia temporal, de la falta o ausencia definitiva.
Freud construye una infancia compleja para un ser que habla y que por hablar desea, deseó volar, atravesar el océano sin conocer el mar, iluminar la noche, hablar a distancia, en definitiva, ha construido, y seguirá haciéndolo, un mundo incomparable respecto al mundo construido por otras especies.
Amelia Díez Cuesta
Psicoanalista de la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero