DUELO Y MELANCOLIA
DUELO Y MELANCOLIA
Conclusiones del 88
I
Hoy nos toca hablar de Duelo y Melancolía. Habrá que decir que hablar de melancolía, siempre es hablar de uno, porque el que más o el que menos, ha perdido un objeto amoroso en su vida, o un ideal o un sueño, o ha tenido que cambiar de ciudad, de país, de familia… En todas estas situaciones se corre el peligro de producir una melancolía; es verdad que hay que hacerse una pregunta con respecto al objeto perdido en tanto hay un tango que expresa muy bien la melancolía y que no habla del objeto perdido, sino que dice: “tengo los brazos caídos, quebrada la voluntad, arrumbado sin dar un paso, quiero morirme yo, ¿por qué?, porque me has mentido”, es decir, que el estado de lo melancólico puede desencadenarse, no sólo frente a la pérdida del objeto, sino también frente a la no coincidencia de lo que quiero del objeto; es decir, que cuando estoy en desacuerdo con el objeto amoroso, se puede producir la melancolía, sin necesidad de perderlo. Cada vez que estoy en desacuerdo con el objeto amoroso puedo producir una melancolía.
Freud trata de explicarnos en este texto que esta enfermedad, la melancolía, que es una enfermedad dolorosa, donde prácticamente se pierde todo contacto con la realidad, es semejante por su forma de producirse a un estado que se podría llamar normal, no patológico, semejante a la melancolía, que es el duelo, es decir, la diferencia, dice Freud, es que el duelo se produce por la pérdida real de un objeto amoroso, por ejemplo, la muerte, la separación, es decir, que en el duelo lo que pierdo es eso. Se murió mi papá: la realidad exterior ha perdido interés para mí. Sólo me interesa de la realidad exterior aquellas cosas que me recuerdan a mi padre; y Freud dice: “esto parece una enfermedad, pero no lo es porque es temporal”, es decir, en el sujeto en duelo suele ganar la realidad, que le dice: en la realidad no está más el objeto amoroso, te tienes que buscar otro; termina ganando la realidad, que demanda que la libido abandone todas sus ligaduras con lo perdido. Contra esta demanda surge una oposición en el sujeto, pues sabemos que el hombre no abandona gustoso ninguna de las posiciones de su libido, aun cuando les haya encontrado ya una sustitución.
Freud dice, podría ser una enfermedad, pero no lo es. Podría serlo porque si se prolonga indefinidamente, el sujeto está desinteresado por la realidad exterior, como conozco que les pasa a ustedes, eso que se prolonga no uno o dos meses alrededor de la cuesta de enero, sino que se prolonga hasta agosto; podemos pensar que se ha producido una enfermedad con el sentimiento normal de duelo. El 8 de abril viajo a Buenos Aires, no se pongan tristes que es para no volver, para no volver a Buenos Aires. Ustedes pensaron en algún momento que por la construcción que había hecho en la frase era para no volver a España.
Este sentimiento normal de duelo, dice Freud, es muy interesante, porque no produce pérdida del yo del sujeto; es decir, que murió mi papá, yo al otro día estaba triste, no tenía interés por la realidad exterior, pero no había dejado de ser inteligente, ni bello, ni alto, ni arrogante.
He aquí lo interesante, el sujeto pierde algo de su yo ¿por qué? porque el sujeto siente que no puede amar a nadie. Si estoy en duelo pienso que no hay nada para amar, si estoy en duelo normal, pienso, después de la muerte de mi padre, no hay nada en la realidad que pueda ser amado por mí. En la melancolía es: no puedo amar; hay una pérdida del yo: no puedo trabajar. En el duelo no es no puedo trabajar, es no hay ningún trabajo en la realidad que me llame la atención tanto como la persona amada, por lo tanto, no es que no pueda trabajar, no quiero, no me interesa trabajar; no es que esté enfermo, impotente, sino que la realidad ha perdido para mí su interés. En cambio en la melancolía, hay un autorreproche, soy indigno, fantasías de ruina, de empobrecimiento, de miseria del yo; es decir, a esto Freud le llama autorreproche, es decir, el yo se reprocha a sí mismo, sin necesidad de la policía.
Evidentemente ustedes sabrán, que en la Filosofía la tristeza no está considerada una pasión del alma, no es un sentimiento opuesto a la alegría, el sentimiento opuesto a la alegría, en filosofía, es el goce, es decir que la alegría es lo opuesto al goce; la tristeza en cambio no tiene opuestos en filosofía, es un sentimiento en apariencia único, no está considerado por la filosofía como una pasión del alma. Tenemos que discriminar entonces, el duelo de la melancolía y, el duelo y la melancolía, de la tristeza. Dijimos en clases anteriores que había momentos fundantes en la constitución del sujeto psíquico o
biológico, que tenían que ver con dos faltas, con dos carencias, una es la carencia que significa que yo como sujeto ingrese al mundo de la cultura, al mundo de lo Otro por excelencia, al mundo del lenguaje, y allí en ese mundo existe primero el lenguaje que yo. Entonces a mí me falta eso que siempre me antecede, a mí me falta eso que me marca como sujeto; es decir, voy a carecer porque cada vez que hable, el lenguaje, la palabra, me anticipará como sujeto; es decir, que yo como tal iré siempre detrás de la palabra; el yo está siempre detrás de lo que dice, además sabes que ahí hay una falta porque lo que yo hablo se pierde en el decir por lo que ustedes escuchan, por tanto ustedes se darán cuenta que cuando yo hablo no soy dueño de lo que digo, porque los dueños de lo que digo serán ustedes, si son capaces de escucharme, y si son capaces de escucharme se alterará lo que digo cuando ustedes lo escuchen; entonces al ingresar en el mundo del lenguaje tengo una falta.
Habíamos dicho que había una falta más primordial, que había la falta por ser, ser viviente sexuado. Había perdido la inmortalidad, por reproducirme como especie humana por sexualidad, por macho y por hembra, había perdido la gracia de ser inmortal, es decir que con el acontecimiento significante de la reproducción sexual el hombre pierde la gracia de la inmortalidad y esto es otra carencia.
Habíamos dicho además que en la psicosis (y la melancolía se trata de eso, de una psicosis) habrá una forclusión, con rechazo de aquello que me diferencia de la cosa, y que en la neurosis habrá
represión de la diferencia sexual, es decir, que el neurótico se pregunta por su sexo, el neurótico se pregunta: “¿soy hombre o soy mujer?”, como en el caso del histérico; “ni soy hombre ni soy mujer”, como en el caso del neurótico obsesivo. El psicótico se pregunta directamente: “¿soy un hombre o una cosa?” Es decir: soy un hombre mortal o soy una cosa inmortal. En el melancólico no ocurre nada de eso, y sin embargo igual se dice que es una psicosis, tal es así que se dice que es una psicosis, a pesar de que últimamente se la está tratando de colocar en otro rango, es una psicosis en tanto el sujeto puede llegar a agredirse de tal manera que a veces consigue suicidarse, es decir, que hay una alteración
tal de las relaciones psíquicas del sujeto, que puede en el castigo, en el autorreproche, llegar a matarse; ahora bien, ¿cómo es posible, dice Freud, que el yo maltrate al yo? entonces Freud dice, no hay tal suicidio, porque no es posible, hay asesinato, el yo es tomado por el yo como un objeto.
El yo es tomado por el yo como un objeto, entonces se suicida, es decir, que en realidad no hay tal suicidio, hay un asesinato. Pichón Riviére en el año 64, en el mismo año que existía sólo en Nueva York un servicio de urgencias psiquiátricas, es decir, urgencias para el suicidio, teléfono nocturno, Pichón Riviére, aconsejaba para disminuir la tasa de suicidio, preguntarles a los que llamaban que si se querían suicidar, o a quién querían matar, directamente. Esta pregunta, claramente lo llevaba al sujeto a preguntarse si ese autorreproche era para su propio yo, o si ese autorreproche coincidía con la persona que supuestamente a ellos les había abandonado, digo supuestamente porque el melancólico aunque sepa a quién perdió, no sabe lo que perdió, y naturalmente no sabe ni siquiera a quién perdió, pero si llegara a saber a quién perdió, lo que no sabe, lo que permanece inconsciente en él, inversamente a lo que le ocurre en el duelo, es qué cosa ha perdido el sujeto que le ha producido esa enfermedad.
El duelo tiene que ver con una pérdida real, objeto o ideal, pero real. La melancolía tenía que ver con un objeto inconsciente que se perdía, del orden de lo sexual y la tristeza, a mi entender, tiene que ver con un borde que está puesto exactamente al lado de la pregunta del psicótico, pero nada más, que este sentimiento de tristeza es aquel que dice: soy mortal, y en lugar de entrar en el duelo, en la melancolía, en la tontería, en la estupidez, en el culo, en el dolor de espaldas, entra en la creación; soy mortal, después de esa frase viene la tristeza, pero la tristeza no es ni el duelo, ni la melancolía, ni ningún tipo de enfermedad, es la comprensión del sujeto humano que se sabe un perfecto animal, una perfecta bestia, que tiene que reproducirse por sexuación, masculino y femenino y que eso no corresponde a ningún tipo de ser humano sino que corresponde a un tipo de ser universal, de especie, es decir, nos amamos para aparearnos, nos amamos para reproducirnos, como los caballos, las vacas.
La verdadera libertad sexual, hago paréntesis, no es que me acueste con varias personas, o que cambie de sexo, o que me corte una oreja, eso no es libertad sexual; libertad sexual en realidad en este siglo, fue para la mujer para la única que hubo libertad sexual, quiere decir, follar si ustedes quieren; aunque también podría ser tocar la guitarra, sin que esto tenga que ver con la reproducción. Evidentemente en este siglo se ha liberado a la mujer un tanto, un poco, algo de su sexualidad, en el sentido de que las técnicas modernas le permiten a la mujer tener una distancia de lo que en ella era toda su sexualidad, que era reproducirse en el ser familia.
Plantea el problema de las identificaciones, habíamos dicho que en la melancolía el castigo al propio yo, plantea a Freud el problema de la identificación. En el texto Freud se da cuenta que el autorreproche de la señora que cuando llega el marido le dice: “soy una inútil, querido, soy una inútil”, Freud dice, le está diciendo al marido que es un impotente. Autorreproche, pero no a ella, sino a algo que en ella hay del otro, autorreproche, pero no a algo, sino a algo que hay en el yo que es del objeto. Entonces esta noche cuando lleguen a sus casas y la pareja les diga que tonto soy, ustedes inmediatamente saben, les están diciendo que son unos tontos. Cuando llegamos a la consulta y viene el paciente y dice: soy un hijo de puta, enseguida el psicoanalista tiene que pensar que el hijo de puta es el psicoanalista y que el paciente se lo está diciendo de esa manera tan peculiar, que mediante el proceso de identificación, que en la transferencia es el proceso por excelencia, que sin llegar a ser patológico, es sobre la identificación que se van vertiendo ciertos aspectos transferenciales.
Todo, todo lo que diga: soy un degenerado… piensa que uno es un degenerado, que está pervirtiendo el sentido. No sólo en la consulta, también en la clase, cuando uno da clase, vienen los alumnos: no estudié nada y no puedo comprender, están hablando de que el profesor informa de mala manera, que no les gusta el profesor.
Freud se hace una pregunta muy interesante, por ejemplo: uno puede llegar a pensar que es una proyección, pero Freud dice, uno tiene cierta decencia social. A pesar de haberse dado cuenta de que
es una porquería, no puede andar diciendo en todos los lados: soy una porquería. Tengo un caso que me contó el director de clínica: el director de una clínica llama a la clínica y lo recibe el terapeuta joven de guardia y le dice al director: “sí, estoy aquí haciendo mis cosas”. Entonces el director de clínica viene y se pregunta: pero “¡qué barbaridad!, me dijo directamente que estaba en falta, yo soy el jefe, me dijo a mí que estaba haciendo mal, cuando era por teléfono y me podía haber engañado, ¿por qué no me engañó? Se puede tomar una medida disciplinaria”. Hoy estamos viendo que eso es melancolía, el sujeto ese dice: “yo aquí estoy trabajando y no como ustedes los jefes que sólo vienen aquí a hacer sus cosas”. Esto es todo lo que está diciendo, porque uno no le puede decir a la gente a la cara: soy impotente. En todo caso que lo descubran, que lo lleven a una situación íntima y entonces en la intimidad le digo. Bueno, llegarás hasta aquí, pero ahora no puedo pronunciar la palabra.
Si ando haciendo vanagloria de los defectos, Freud dice: vamos a investigar, a ver qué características tiene este autorreproche. Freud en la investigación se da cuenta que los autorreproches más fuertes no coinciden con el sujeto, es decir, que los autorreproches, por ejemplo, el tipo dice: no he podido psicoanalizar a mi mamá, no se da cuenta que no es que él tenga que psicoanalizar a la mamá, que el que no sabe psicoanalizar es otro. Viene una chica y dice: “hoy no tuve erección Dr.”, se ve impotente. ¿Se dan cuenta? esa mujer no está hablando de ella.
Viene un chico y dice: “todavía no me vino la menstruación”; uno se da cuenta. Pongo los ejemplos más groseros para que ustedes se den cuenta. Es un proceso en donde Freud se daba cuenta de que el autorreproche era para algo, pero no era para las características del sujeto. Por ejemplo, en el caso de: “no he podido psicoanalizar a mi mamá”, coincidían con las características del psicoanalista, es decir, coincidían con las características de la persona que me abandonó, que los autorreproches es, en realidad, el modo en que yo descargaba mi sadismo por no haber tolerado ser abandonado. Es decir, que cuando el objeto me abandona pierdo una parte de mi yo y produzco una identificación con el objeto perdido, ahora el objeto perdido en mí, yo lo maltrato hasta desintegrarlo. Vaya a saber si el cáncer no tiene que ver con una especie de melancolía, en el sentido de que toda una parte de mi yo la desintegro, pero no al yo, sino a lo que en él está del otro, es decir, a lo que en mi yo está perdido por medio de la identificación con el objeto perdido. Por ejemplo, no todos los objetos perdidos ni todos los objetos mentirosos, ni todos los familiares que se mueren producen melancolía, es decir, uno se puede preguntar por qué esta mujer a los cuarenta años si se le murió el papá a los veinte, el hermanito a los diecisiete, el novio que tenía se fue a la guerra y no volvió… ¿por qué a los cuarenta años cuando perdió un escapulario? ¿Por qué frente a la pérdida de un objeto mínimo hizo la melancolía y frente a grandes pérdidas, en la realidad, no?
Entonces podríamos decir que el objeto perdido que me sumerge en la melancolía, es aquel que al desprenderse de mí, me saca de la posición en donde yo lo completaba al objeto, de tal manera que era lo que a él le faltaba, es decir, si yo puedo decir que yo soy la falta del otro, entonces si el otro me abandona ahora yo caigo en la melancolía. Ejemplo: se puede decir que Menassa padece un estado melancólico crónico desde que se fue de su país, en tanto él tenía fantasías en su juventud de ser lo que le faltaba a su país para ser un gran país, evidentemente él al irse de su país perdió definitivamente la posibilidad ésa. Jamás podrá en un país extranjero ser lo que le faltaba a ese país para ser grandioso, por lo tanto ha habido una verdadera pérdida definitiva.
Pierdo a mi madre, pero en el lugar de un objeto, no en el lugar donde mi madre me somete a las pulsiones sociales y me larga al mundo, sino aquella madre donde yo era su falta, es decir, donde yo la completaba, en la relación narcisística.

Tomado del libro: FREUD Y LACAN -hablados- 2
MIGUEL OSCAR MENASSA
Editorial Grupo Cero