EL PODER DE LA ESCUCHA. EL PAPEL DEL PSICOANÁLISIS EN LA SALUD MENTAL.
II Congreso FIMSS “Fundamentos de la salud mental y tratamientos psíquicos”. 13 y 14 Junio 2024 Ciudad de México
EL PODER DE LA ESCUCHA. EL PAPEL DEL PSICOANÁLISIS EN LA SALUD MENTAL.
“Prisionero soy de una larga condena
porque la palabra no otorga libertad.”
Me sirvo de este verso para presentarme ante todos. Condenada a la palabra, esa condena me llevó al diván de un psicoanalista y a construir mi historia, de los límites de la familia, a la amplitud de un mundo poblado de otros seres que me trae hoy ante ustedes gracias, al psicoanálisis y, gracias también, a la poesía. De la mano de mi maestro, el poeta y psicoanalista Miguel Oscar Menassa, que cruzó el Atlántico en el sentido opuesto porque España necesitaba el Psicoanálisis, estoy hoy aquí por esa deuda simbólica de transmitirles a ustedes eso que Freud y Menassa me transmitieron a mí: El poder transformador de las palabras en el campo de la transferencia psicoanalítica.
El siglo XX comenzó con la publicación de La interpretación de los sueños de Sigmund Freud y la producción de un nuevo campo científico, el Psicoanálisis. Años después, 1981, también hay un comienzo significante para el psicoanálisis en España, se funda la Escuela de Poesía y Psicoanálisis Grupo Cero. Tras 40 años de dictadura que habían borrado todo progreso intelectual en España, se había asesinado a poetas y artistas de una generación irrepetible, la palabra psicoanálisis había desaparecido del diccionario, los periodistas nos sabían escribir la palabra. Madrid era gris y la salud mental estaba dominada por el conductismo y la medicación psiquiátrica. España necesitaba el Psicoanálisis, los médicos necesitaban salir de esos años de censura y los pacientes necesitaban encontrar un camino a su salud. Por necesidad histórica pasó así, un psicoanalista argentino funda una escuela de psicoanálisis en España y posibilita el desarrollo de una generación de psicoanalistas y poetas que continúa.
Hoy, 2024, estamos en Ciudad de México dos psicoanalistas del Grupo Cero porque Latinoamérica y el mundo necesitan del Psicoanálisis para construir un futuro esperanzador, el mundo necesita el psicoanálisis para no caer en depresión. Ya han caído todos los ideales, necesitamos construir nuevos ideales, ilusiones de futuro, proyectos más allá de las guerras que imperan en nuestro tiempo. Aquí, en esta gran ciudad, compartiendo con ustedes el latido de una esperanza, nos reunimos profesionales de la salud mental, cada uno en su trinchera, venimos para generar compromisos.
Los servicios de salud especializados siguen siendo inaccesibles o insuficientes para tantas personas en el mundo que sufren de alguna enfermedad, ya sea orgánica, ya sea mental. El desarrollo de las ciencias de la salud, los resultados de las investigaciones dejan patente que la salud mental del sujeto está ampliamente implicada en la producción de enfermedades y trastornos, también orgánicos. Nadie puede ignorar que hablar de salud mental no es una modernidad, es una necesidad.
Y ¿qué es salud mental? Para Sigmund Freud salud es la capacidad de amar y trabajar, la capacidad de desarrollarse como persona. Solo no se puede, y sin trabajo productivo no hay ni inteligencia, ni amor, ni dinero, ni comida, ni casa. Salud es que cada ser humano pueda desplegar su propia individualidad fuera de los lazos de la familia, construir sus propias relaciones. Este desarrollo habrá de ser particular, diferente para cada uno. No podemos influir en nuestros pacientes para que sean de una manera o de otra, esa es la elección de cada individuo. La enfermedad no da ninguna libertad, es la peor de todas las dictaduras. La salud siempre requiere un trabajo. Desde el psicoanálisis se piensa la salud como algo a producir, algo que no estaba previamente, no es la reconstrucción de un estado anterior, es la producción de un nuevo estado. En realidad, producción de un nuevo sujeto que no tenga necesidad de enfermar para hablar.
Freud habla de la salud en cuanto a la relación del sujeto con la realidad; el neurótico conoce la realidad y huye de ella, el psicótico transforma una realidad que desconoce, y el sujeto normal es aquel que conoce la realidad, como el neurótico, pero no huye de ella, la transforma, como el psicótico. Freud no inventa las enfermedades, inventa el tratamiento para las enfermedades psíquicas. La curación es un beneficio extraordinario, no es el fin del psicoanálisis. Podríamos decir que el sujeto se cura para poder psicoanalizarse. Para conseguirlo hace falta alguien capacitado para escuchar e interpretar los procesos inconscientes que intervienen en esos procesos patológicos. No habrá profesionales de la salud mental capacitados para su desempeño si siguen negando el concepto de INCONSCIENTE. Este concepto da cuenta de la intersubjetividad, la relación que tiene el sujeto con los otros humanos. La base material del sistema inconsciente es el cuerpo, pero las leyes del cuerpo no son las leyes del inconsciente.
Freud describió científicamente esos procesos que suceden en nosotros sin que nuestra conciencia intervenga, procesos que determinan nuestros actos más perfectos y, también, los sueños, los actos fallidos, los olvidos, los síntomas. Son los procesos inconscientes, que tienen una lógica diferente a la de la conciencia, pero lógica al fin. Definió las leyes de funcionamiento del aparato psíquico hasta entonces desconocidas para la ciencia. Ha sido un gran avance en el terreno de la salud mental, pero para que sus beneficios se asienten en nuestra sociedad hay que formar profesionales cualificados, más. En todos hay una fuerza permanente que pretende negar los procesos inconscientes, rechazarlos, reprimirlos, pasarlos por alto. Una sordera que tiene efectos perniciosos, también, sobre nosotros sanitarios. El Psicoanálisis no se aprende en los libros, no alcanza con estudiar. En el texto Análisis Profano, hay un momento en el que Freud le dice al médico que para seguir explicándole, para que comprenda, es necesario que cambie primero su sexualidad, que comience su psicoanálisis. Un psicoanalista que no sea capaz de transformar su propia vida será incapaz de poner en práctica el método psicoanalítico. Para acceder a la escucha analítica uno ha tenido que ser escuchado antes psicoanalíticamente.
El Psicoanálisis pone en entredicho algo de la medicina, toda la psicología y el modo de pensar de los filósofos. Viene a revolucionar una parte de la medicina porque dice que esas enfermedades de origen desconocido y que no curan con ningún medicamento, son producidas por los procesos inconscientes y sólo se pueden curar mediante la interpretación de los deseos inconscientes reprimidos que el paciente expresa de forma disfrazada en sus síntomas, olvidos, lapsus, sueños. Un viejo aforismo médico afirma que una terapéutica ideal debe obrar rápidamente, producir resultados seguros y no causar molestias al enfermo. En este sentido, hay terapéuticas que cumplen ese objetivo, atacan directamente a los síntomas y logran hacerlos desaparecer, pero desconociendo el proceso etiológico de la enfermedad, no la atajan y, por tanto, el proceso sintomático vuelve a repetirse y, así, una y otra vez, condenando al enfermo a una lucha infructuosa.
En el enfermo todo habla, sus síntoma son parte de su discurso, hay que saber escuchar para poder intervenir y gestionar el tratamiento, para saber esperar donde él necesita que estemos. Sin la colaboración del paciente va a ser imposible la curación, a veces el paciente prefiere la enfermedad a la salud, engañarse a sí mismo a reconocer una verdad. Esa es su decisión. Nosotros tenemos la obligación y el compromiso de estar preparados para aquellos que sí quieren y están dispuestos a transformarse y curarse de sus patologías. Somos responsables de nuestra formación, de nuestra actualización permanente, de nuestro acercamiento al tejido social para comunicar que ESTAMOS PREPARADOS.
Uno no está solo en su consulta con el paciente. El ejercicio de nuestras disciplinas es un ejercicio comunitario, por eso estamos aquí. No hay dos humanos iguales, somos semejantes, aunque diferentes. Las técnicas que usa el psicoanálisis son las mismas para todos los pacientes, dependen de las características del aparato psíquico, pero el desarrollo de la relación terapéutica con cada paciente, que podemos definir como transferencial, será totalmente particular, única. Nuestra tarea diaria es enfrentarnos al rechazo, deseos sexuales infantiles reprimidos tenemos todos, el paciente y también nosotros, todos tenemos que atravesar por la sexualidad infantil para luego arreglárnoslas con esas tendencias que son irrealizables. Someternos al concepto de inconsciente es someternos a que el paciente padezca de sus procesos inconscientes, pero nosotros también. Tanto paciente como el médico o psicoanalista niegan todo contacto con los contenidos inconscientes. Es por eso que entendemos que la psicología, la psiquiatría, muchos que se hacen llamar psicoanalistas, son aliados del yo del paciente, es decir, entre los dos procuran alejar los contenidos inconscientes cuando deberían haber sido interpretados para transformar la situación.
Para Freud el fundamento del Psicoanálisis es la reintegración por parte del sujeto de su historia. La historia no es el pasado, es la construcción de la historia de deseos de un sujeto psíquico. Sin la ayuda del paciente es absolutamente imposible realizarlo. Si no habla no se va a poder psicoanalizar. Si nadie lo escucha para poder interpretarle, hablar no cura, no transforma. En cualquier tratamiento psicológico o médico pasa igual, si el paciente no se implica, no se cura, si permanece igual a sí mismo, no se cura. Su vida le llevó a enfermar, algo va a tener que cambiar de su forma de pensar, de relacionarse, de actuar para curarse. El paciente tiene que hacer lo que normalmente rechaza: tiene que perder sus inhibiciones frente a la palabra. Tales manifestaciones tendrán al principio poco sentido, se trata de considerar de una manera especial ese material, como si se tratara de un mineral que hay que extraer por medio de determinados procedimientos y mover muchas toneladas de mineral para hallar, quizá, algunos gramos de la preciosa materia buscada.
La ayuda que el psicoanalista presta es su escucha. Escucha todo lo que no sea sentido ni contenido. Escucha el silencio, el ritmo, la repetición, el olvido. Escucha cosas que están estudiadas por el psicoanálisis. Frente al paciente, el terapeuta tiene que ser un espacio en blanco. No puede tener pensamientos propios, ni gustos, porque no podría escuchar al paciente. También dice Freud en Análisis profano, en 1926, que el psicoanalista no hace más que entablar un diálogo con el paciente. No usa instrumento, ni siquiera para reconocer ni recetar medicamento alguno, recibe al paciente a una hora determinada, le deja hablar, le escucha, le habla a su vez y le deja escucharle. Parecería cosa de magia si el efecto fuese tan rápido. Los tratamientos psicoanalíticos, sin embargo, precisan meses y hasta años.
Una vez establecido el deseo de hablar, el que escucha es un poeta, y el que interpreta es un psicoanalista. Es decir, para escuchar al paciente no puedo ir con el imaginario restringido de la ciencia, ese me sirve para interpretar, pero para escuchar el imaginario tiene que ser el universal. El paciente incluye en su discurso usos y costumbres, leyendas, metáforas, es decir, su mensaje está encriptado, como en un jeroglífico. No tengo que tener nada en la cabeza. La interpretación se producirá inconscientemente para el psicoanalista y, también para el paciente, sólo se sabe por sus efectos, es lo que va a quedar escrito de la relación, la construcción de una historia de deseos del paciente. Al psicoanalista la interpretación le sorprende, es el paciente que viene a los días y dice: ¡qué interpretación que me hizo el otro día! Y uno no sabe de qué se trata, tiene que escuchar al paciente para saber qué interpretación uno le hizo. No es el psicoanalista el que determina qué es o qué no es interpretación, como no es el poeta el que determina qué es poético y qué no es poético.
A veces nos interpreta un verso, un titular de noticia, una frase de un conocido, la interpretación no es consciente, repito, se ve en los efectos. El psicoanalista podría decirle al paciente lo que le pasa ya en la primera llamada, primera entrevista, el paciente nos dice, la cuestión es que eso no produce la curación y sí, es muy probable, el rechazo del paciente y el abandono terapéutico. Se plantea una nueva labor, hay que esperar el momento propicio para comunicar la interpretación al paciente. La desaparición de los síntomas, es cierto, depende de un reconocimiento del paciente sobre algo de sí mismo, pero para re-conocerlo tendrá que realizar una serie de transformaciones internas que le permitan reaccionar de forma muy diferente a como lo hizo antes. La consigna es esperar hasta que el paciente se encuentre tan cerca de tales elementos que sólo necesite dar ya, guiado por nuestra propuesta de interpretación, algunos, muy pocos pasos.
Lo que el paciente dice que le pasa de ninguna manera se puede confundir en la escucha analítica con lo que le pasa. Se escucha lo que no está dicho. La evaluación de un tratamiento no se basa en la vida del paciente, eso sería moralista. Evaluamos las transformaciones en su discurso, en su discurrir en el lenguaje, ahora puede ocuparse de cosas, hablar de cosas que antes le resultaban intolerables, imposibles. Su mundo se ha ampliado sin cambiar de mundo, sin cambiar de familia ha cambiado de familia. Lo que el paciente haga después con eso, corre a su cargo, no es nuestra tarea.
Menassa pone un ejemplo magistral de relación transferencial e interpretación. Un paciente le pide un mechero y el analista le dice que no, arriesgando a que el paciente diga que era un mal educado, que era un egoísta, que tenía sentido de propiedad privada sobre las cosas, y un montón de cosas más. Pero, al negarle el encendedor el paciente llega a un recuerdo infantil, eso que llamamos recuerdos encubridores, recuerdo en el cual aparece que una vez, con un instrumento parecido quemó una cortina de su casa, el padre le quitó el mechero de las manos y le pegó una cachetadita. Esto parecía una interpretación pero no lo es porque ahí todavía no pasó la transferencia, eso es un recuerdo encubridor.
Él recordaba el día que había querido quemar su casa, para no recordar qué era lo que su padre le había prohibido quemar y eso no nos interesa. Si el psicoanalista interpretaba la transferencia en lugar de vivirla diciendo: “no, mire; el mechero es mío y no se lo presto”, corría el riesgo de que el paciente se fuera, abandonara el tratamiento enojado. Pero el paciente pudo llegar al recuerdo de esa escena. Después de varias asociaciones del paciente, fue interpretado como que el fuego aquél que el padre le había prohibido no era aquél que quemaba las cortinas sino aquél otro fuego de la pasión que el paciente tenía por su madre. Es recién ahí que se puede interpretar que el analista fue tratado como su padre prohibiéndole fumar, en tanto él quería el mechero para fumar. Prohibiéndole fumar, como su padre le prohibió quemar la cortina. Pero tanto el padre como el analista, colocados en la misma posición, le estaban prohibiendo que él tuviera deseos inconscientes, sexuales para con su madre.
El analista debe permanecer impenetrable, no mostrar como un espejo, más que aquello que le es mostrado. En el proceso analítico el paciente no recuerda nada de lo olvidado o reprimido, sino que lo vive de nuevo. Lo repite sin saber. En la transferencia toda una serie de sucesos psíquicos anteriores cobran de nuevo vida, pero no ya como pasado, sino como relación actual con la persona del analista. Por eso es muy importante, como profesional de la salud, que no nos atribuyamos aquello que el paciente hace o dice en la consulta, no nos lo hace a nosotros, depende de la transferencia que ha establecido con la función que estamos desempeñando para él. Esta es una ayuda fundamental para no sufrir con nuestro trabajo, porque a veces nos equivocamos entrometiéndonos en la sesión del paciente, ponemos nuestros deseos, nuestros gustos, nuestra manera de pensar. Somos un familiar más del paciente, el paciente, se queda otra vez sin tratamiento.
Los pacientes nos producen la impresión de hallarse, por decirlo así, fijados a un determinado fragmento de su pasado, siéndoles imposible desligarse de él y mostrándose ajenas al presente y al porvenir. El síntoma se forma como sustitución de algo que no ha conseguido manifestarse al exterior, ciertos procesos psíquicos que hubieran debido desarrollarse normalmente hasta llegar a la consciencia, han visto interrumpido o perturbado su curso y obligados a permanecer inconscientes, dando origen al síntoma. Los enfermos han retrocedido a un período de su vida pretérita, eligiendo casi siempre una fase muy precoz de la misma, su primera infancia, y a veces, aunque parezca ridículo, el período en el que aún eran niños de pecho. Sabemos ya que todo síntoma posee un sentido y se halla estrechamente enlazado a la vida psíquica inconsciente del enfermo.
Esta importancia que concedemos a los contenidos inconscientes reprimidos ha sido lo que ha hecho surgir contra el Psicoanálisis las más encarnizadas críticas que proceden, en realidad, de profundas causas afectivas. En general es el psiquiatra y no la psiquiatría, el que se opone al psicoanálisis. La Anatomía constituye hoy la base de la Medicina científica, pero hubo un tiempo en el que la disección de cadáveres humanos, practicada con el fin de estudiar la estructura interna del cuerpo, se hallaba prohibida, del mismo modo que hoy en día se juzga casi condenable dedicarse al Psicoanálisis para investigar el funcionamiento íntimo de la vida psíquica. No puede tardar ya en imponerse la convicción de que una psiquiatría verdaderamente científica ha de poseer un profundo conocimiento de los misteriosos procesos inconscientes que se desarrollan en nuestro psiquismo. El que sabe esperar no necesita hacer concesiones.
No se puede obligar a nadie a psicoanalizarse. Pero sí puede obligarse a las instituciones y Estados a aumentar los fondos destinados a la salud y a la formación de los profesionales. El Psicoanálisis tendría que formar parte del curriculum formativo de médicos y psicólogos, aunque no vayan a trabajar como psicoanalistas deben conocer los fundamentos del funcionamiento mental y no son fundamentos biológicos. Según cómo pienses al paciente eso te hace trabajar de una forma u otra. No existen enfermedades, existen enfermos.
Es cierto que ya ha médicos que se psicoanalizan, directores de hospitales que se psicoanalizan, no es una cosa tan despreciable el psicoanálisis, pero todavía no está suficientemente instalado y aceptado en nuestra sociedad. Un psicoanalista es aquel que tolera los avatares de su propia transferencia y también los avatares de otras transferencias, incluida la de su psicoanalista y la de sus compañeros, mayores y menores. Pongan un psicoanalista en vuestras vidas.
Helena Trujillo Luque
Psicóloga y Psicoanalista de Grupo Cero
14 de Junio de 2024, Ciudad de México
En el marco del II Congreso Fundamentos de la salud mental y tratamientos psíquicos de la fundación FIMSS