LA CONSTRUCCIÓN VIVIENTE (II)
LA CONSTRUCCIÓN VIVIENTE (II)
El psicoanálisis, legado freudiano, permite interpretar las huellas del inconsciente. Y si esas huellas —aparentemente dispersas— dibujan un recorrido, no es por su sentido inmediato, sino por el modo en que se anudan. El sujeto del inconsciente no es quien habla, sino el que es hablado por el lenguaje. Ahí donde parece haber lógica, aparece la falla; ahí donde todo encaja, el síntoma insiste.
Cuando analizamos, no reconstruimos una historia, sino que la construimos por primera vez. En esa construcción viviente —que no es relato, sino transformación— lo que retorna como antinomia o contradicción, se articula como significante. Y eso, que antes causaba inhibición o repetición, puede comenzar a pensarse, a decirse. No sin dolor. No sin pérdida.
Porque el deseo, cuando se despliega, no siempre se reconoce. Y el sujeto, en la experiencia analítica, tropieza con su propia imagen desfigurada. La transferencia, entonces, no es solo un lazo, sino la ruptura que vuelve posible la pregunta: ¿quién habla cuando hablo? Y más aún: ¿qué goza en mí sin que yo lo quiera?
Hablar es un riesgo. Pero callar… enferma.
Nuestra práctica, lejos de la comprensión superficial o la calma ficticia, opera en la fractura, en la letra, en el corte. El analista no interpreta el mundo interior, interrumpe su repetición. Y en esa interrupción, algo del orden del deseo —propio, inédito— puede aparecer.
El falo, en tanto significante primordial, no designa un objeto, sino un lugar vacío que organiza el juego simbólico. Su función es estructural: ordena, desplaza, falta. Allí se edifica lo mental, lo amoroso, lo sintomático. El sujeto, en su recorrido, pasa por esa articulación que es del orden de la ley. No jurídica, sino psíquica.
Y así, el análisis —cuando se sostiene— permite que el sujeto deje de ser esclavo de sus fantasmas para entrar en otra relación con lo real. No se trata de liberarse, sino de subjetivar la propia cadena significante. Eso, que parece abstracto, tiene efectos clínicos: el cuerpo sufre menos, la vida circula más, y la repetición se transforma en creación.
Hay algo, en cada paciente, que sólo aparece cuando se autoriza a hablar.
Y hay algo, en cada palabra dicha, que —si encuentra el lugar del análisis— puede modificar la historia.

Virginia Valdominos
Psicoanalista del Grupo Cero