De nuestros antecedentes: Palabras de apertura del Tercer Congreso Internacional de Poesía y Psicoanálisis del alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano

TERCER CONGRESO INTERNACIONAL DE POESÍA Y PSICOANÁLISIS.

PALABRAS DE APERTURA

MARZO 1991

Dentro de la política municipal en el campo de la cultura, figura la colaboración con instituciones privadas, apoyando las iniciativas que persiguen la difusión y ensanchamiento de las manifestaciones culturales.

Ha sido un importante logro para la Junta Municipal del Distrito Moncloa alcanzar la celebración de este interesante Congreso, con la inapreciable colaboración de la prestigiosa Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero, de Madrid. Agradezco a esta entidad el esfuerzo que ha supuesto reunir al numeroso grupo de intelectuales de todo el mundo que, a lo largo de la semana que ahora iniciamos, van a rendir homenaje a las Letras y Ciencias, y todos  ellos a la Imaginación, en un apretado horario.

Aunque de “Poetas y locos” todos tenemos un poco, según reza el refrán, somos muchos los que la primera dedicación la ejercemos como simples aficionados y para remediar la segunda característica, en lo que sea posible, bueno es que nos pongamos a la escucha de los caracterizados conferenciantes que vamos a tener la suerte de oír, que nos ayudarán a estudiar los recovecos de nuestro interior.

Con frecuencia, el ajetreo del mundo en que nos movemos nos deja muy poco tiempo para mirarnos por dentro  y para recorrer otros itinerarios del pensamiento distintos de aquellos que nos conducen cotidianamente a la resolución de los problemas más comunes que se nos presentan.

Concretamente, y con esto inicio una especie de confesión, los políticos que estamos preocupados por los problemas de una ciudad tan grande y polifacética como Madrid, tenemos muy poco tiempo para nosotros mismos. Nos es muy dificultoso detenernos a reflexionar en algo distinto de lo que es el tráfico, el transporte, la vivienda, la seguridad, el bienestar ciudadano, en suma. A mí, ahora, me hubiera gustado entablar un dialogo con aquel Nobel español, al que también preocupaban mucho los problemas de Madrid, si bien desde la distancia de ciudadano, Don Santiago Ramón y Cajal.

Este insigne médico, profundo pensador y excelente literato, escribió sobre la “doble manifestación del sentimiento”, que “en la mente del poeta -y lo que dice del escritor lo aplica con generalidad al resto de las profesiones- parecen convivir dos sujetos antípodas alternativamente despiertos, cada uno de los cuales tiene un modo particular de contemplar el mundo y la vida. Quien lleve una existencia placida, serena y tranquila, escribirá dramas, elegías, lamentaciones, novelas o cuentos melancólicos. Quien viva un verdadero drama, buscará en la ficción un lenitivo y un consuelo a sus amarguras y escribirá crónicas, versos alegres, cuentos graciosos y regocijados o anécdotas picantes”.

Decía Don Santiago que la sensación de fatiga cerebral nos obliga a cambiar de postura mental y, además, tenemos la necesidad orgánica de poner en actividad los barbechos o provincias cerebrales ociosas, establecidas por la naturaleza, con la mira de impedir el olvido y aniquilamiento, por desuso, de aquellas ideas, sentimientos y aptitudes físicas que por no emplearlas con frecuencia, dejan de representar importantísimos elementos de defensa y de prosperidad del individuo y de la especie.

Conocido este apreciado parecer de nuestro sabio, puedo deducir, a través del estudio y consideración del empleo de mis momentos de ocio -escasísimos, pero alguno se agarra- qué parcela de mi mente anda menos atareada, si es que permanece alguna de vacaciones. Como pienso que un político como yo anda viviendo el drama de la ciudad, los grandes problemas de la ciudad y de los ciudadanos, si yo ejerciera de poeta (y ya empecé reconociendo que de esa afición todos tenemos algo), me daría por escribir versos alegres y festivos o cuentos graciosos y anécdotas picantes.

Tengo noticia, más o menos contrastada, de que el padre del psicoanálisis, Freud, descubrió la importancia y la eficacia del lenguaje como método de curación de las histerias y de otras patologías psíquicas. Si los poetas, como los muy prestigiosos que concurren a este certamen, hacen del lenguaje su principal herramienta de trabajo, no ando muy descaminado si pienso, desde mi posición de lego en la materia, que la poesía puede ser un buen remedio liberador, como lo  puede ser sueño, en cuanto vía que conduce al subconsciente.

De ahí que me parezca un gran acierto la celebración de un congreso sobre poesía y psicoanálisis, e imagino que algunos de los especialistas que van a platicar durante estos días, amparados por la experiencia, pueden coincidir en que la poesía es un buen medio terapéutico para socorrer las angustias de la mente.

Los políticos, que andamos con frecuencia en ensoñaciones, aunque procuramos tener los pies en la tierra, obramos prudentemente cuando afinamos nuestro oficio con el sentimiento poético. De este modo, tenemos la oportunidad de purificar nuestra mente y nuestro comportamiento. Bien sé que no está solo en la belleza formal la expresión lirica de nuestros pensamientos. A veces, también arrancamos del interior la costra mugrienta de nuestros desfallecimientos y fracasos, cuando emerge la angustia y nuestro propio barro. Todo, también lo despreciable, es vida y en la vida no todo es hermoso y placentero. La vida es un puro contraste, y cuando tenemos suficiente ánimo para comparar lo amargo y lo dulce, lo placentero y lo doloroso, lo triste y lo alegre estamos ejercitando nuestra tarea de peregrinos cósmicos.

Si, como decía Antonio Machado: “Al hombre público, muy especialmente al político, hay que exigirle que posea las virtudes públicas, todas la cuales se resumen en una: Fidelidad a la propia mascara”, es conveniente que todas aquellas personas que, en cualquier institución publica, tenemos frente a los ciudadanos la responsabilidad de dar de nosotros todo el rendimiento que ofrece nuestra imagen y nuestro compromiso, hemos de conservar nuestra mente conforme a la máscara que llevamos, para no engañarles. A los políticos no se nos puede perdonar enfermar de poder y tal vez sea la patología más habitual del gobernante.

Debemos, por tanto, liberar nuestra mente de cualquier tipo de complejos y deformaciones y manifestarnos tal como la imagen que damos al electorado cuando nos confía su representación, conforme a nuestra máscara, que además, para ser auténtica, tiene que ser obra nuestra, si hacemos caso de Machado.

Freud parte de sus propios sueños para formular las leyes generales del desciframiento de los síntomas, cuya causa es el subconsciente. ¡Qué de sueños emanan del político cuyo, “sueño” es la ciudad! De día, de noche, a cada instante, la ciudad se nos aparece bien distinta de lo que es realidad: circulan escasos vehículos, que respetan escrupulosamente las reglas establecidas, la ciudad esta asombrosamente limpia, radiante, como si el asfalto se hubiese convertido en un espejo, con las zonas verdes perfectamente cuidadas; el aire, transparente huele a jazmín y a madroño; los ciudadanos marchan por las calles despreocupados, alegres, con el rostro lleno de satisfacción, desprendiendo buenas maneras en su comportamiento; los ancianos, contentos, recuerdan en el banco de la plaza los tiempo de su juventud, los centros de salud están el perfecto estado, con los más modernos instrumentos, sin demoras en la atención a los enfermos; los transportes públicos son cómodos, rápidos y utilizados por la mayoría de los madrileños; los ciudadanos acuden con frecuencia a los centros culturales; las bibliotecas son enormes y existen en todos los barrios en un buen numero; los volúmenes están en perfecto estado y abarcan todas ramas del saber; las salas de conciertos, los teatros y los museos están muy concurridos; los niños juegan en el parque, jubilosos, y asisten a unos colegios modélicos, donde estudian con verdadero entusiasmo ante el saber de unos magníficos maestros… Luego, te despiertas y ves la realidad.

El sueño no es solo un instrumento del psicoanálisis. Es, para Calderón, nuestro gran poeta y dramaturgo, la vida:

“¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

Una sombra, una ficción,

Y el mayor bien es pequeño;

Que toda la vida es sueño,

Y los sueños, sueños son”.

Estos memorables versos de “La vida es sueño” podrían servir de reflexión a todos nosotros para darnos alas con que escapar de todas las preocupaciones que nos acucian cuando nos cercan los problemas y la realidad, si no fuera por la amargura existencial que rezuman para todos aquellos que desdeñan la trascendencia. Son otros, los que hacen de la vida un canto -apunto a poetas, a los optimistas, a los que están en el mundo para hacer algo por los demás, en general- los que encuentran en la vida un suspiro alentador y un proyecto futuro.

Sería provechoso que estos días en los que se va a celebrar el Congreso de Poesía y Psicoanálisis, con intervenciones muy variadas e interesantes de intelectuales de todos los saberes de la Ciencia y del Arte sirvan para conocer mejor nuestro interior.

Para mí es un acierto relacionar poesía con psicoanálisis. Se ha escrito por Donald Davie que “la poesía emplea el idioma en su uso pleno como medio de pensamiento, exploración y descubrimiento, y esto es apenas un comienzo sobre su utilidad potencial”. De ahí que se piense por Elizabeth Sewell que la poesía tiene el mismo propósito que la religión, la ciencia y el mito.

La poesía supone, para mí, un desbordamiento de nuestro interior. Ese movimiento exhalador es bueno para nuestro espíritu, porque sirve para conocernos.

Estoy con Marcuse cuando dice: “Si el hombre ha aprendido a ver y saber lo que realmente es actuará de acuerdo con la verdad”

Jose María Álvarez del Manzano, Alcalde de Madrid

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