El deseo de estudiar se consigue estudiando
Cuando pensamos que algo es interesante por sí mismo, lo que realmente estamos pensando es que hay cosas que nos interesan y cosas que no nos interesan. El interés, en este sentido, no difiere de nuestros gustos. Entonces, lo que realmente estaremos diciendo será: “Esto me gusta, esto no me gusta”.
Pero si ésta es nuestra manera de pensar el estudio, muy pocas cosas podremos estudiar. El gusto, como muchos otros de nuestros hábitos, es una construcción ideológica que la familia, la sociedad y el Estado llevan a cabo en cada uno de nosotros a través de la educación. Una ideología que nos acompaña y que determina en gran medida nuestra forma de vivir, pero que al tratarse de algo ideológico, sólo nos permite lo conocido y lo familiar. Esto significa que no podré conocer otras cosas que no sean ni conocidas ni familiares, por alejarse de mis gustos.
Ahora bien, pensando que hay cosas interesantes per se (por sí mismas), atribuimos a las cosas una esencia o un espíritu capaz de capturar nuestro interés. Esta forma de pensar, es previa al pensamiento moderno al que dio origen la Revolución Copernicana.
El psicoanálisis, la última y más importante de las revoluciones copernicanas producidas en el pensamiento humano, viene a decir que no hay nada interesante per se, que todo lo interesante lo es si previamente lo he rodeado con mi libido, es decir, con mi interés.
Esta formulación es de una gran importancia, si tenemos en cuenta que el sujeto psíquico lo hace todo con su libido. No sólo lo que estudiamos, sino todas nuestras relaciones con la realidad, con las personas y con el pensamiento, son expresión de lo que podemos hacer con nuestra libido.
El movimiento que hace la libido podría describirse como un movimiento envoltorio que parte del sujeto, enlaza al objeto y retorna al sujeto. Este movimiento es lo que hace que algo tenga o no tenga interés para mí. En este sentido, la libido no tiene objeto, sino que se desplaza constantemente sobre los objetos, construyéndolos como objetos de interés o, por el contrario, abandonándolos a la indiferencia.
Desde esta perspectiva, el estudio no sería otra cosa que la tarea de aplicar nuestro interés, es decir, nuestra libido, a los distintos objetos de estudio. No habría, por tanto, asignaturas ni temas más interesantes que otros. Lo que habría sería el trabajo de enlazar aquello que debemos estudiar con nuestro interés libidinal.
Debido a que la libido enlaza mejor con aquellos caminos conocidos, es decir, con aquello que se hace significante, la repetición de una tarea, de un acto producirá la ligazón necesaria para llevar a cabo dicha tarea. Así por ejemplo, repitiendo el acto de leer, estudiar o investigar conseguiremos que leer, estudiar e investigar se hagan interesantes por sí mismos, independientemente del objeto al que se apliquen.
El deseo, como todo lo humano, es producto de un trabajo. Si mi deseo es estudiar, tengo que saber que dicho deseo no es previo a la tarea, sino que es efecto de la tarea de estudiar. Es el ejercicio del estudio lo que hace que estudiar se haga interesante.
de Ruy Henríquez, Psicoanalista del Grupo Cero, EL DESEO DE ESTUDIAR SE CONSIGUE ESTUDIANDO (Octubre 2011)
http://www.extensionuniversitaria.com/num128/p4.htm#ruy