Historiales Clínicos de Freud: CATALINA
Historiales Clínicos de Freud: CATALINA
18 años – 189…
“Otra peculiaridad de este caso, que por otra parte nos era ya conocida, es que la conversión, o sea la creación de fenómenos histéricos, no se desarrolla inmediatamente después del trauma, sino después de un intervalo de incubación. Charcot daba a este intervalo el nombre de “época de elaboración psíquica”.
Se hallaba Freud descansando en unas vacaciones de 189…, cuando es interrumpido por una pregunta que venía de una joven que por la apariencia no debía ser una criada, sino más bien una hija o pariente de la dueña de la posada donde estaba. Una joven de 18 años que lo interrogaba sobre su identidad, que ella había desplazado hacia el ser médico.
“¿El señor es médico, verdad?”, es lo que va a iniciar el recorrido de estas conversaciones que distraerán a Freud de su estado contemplativo y lo llevarán una vez más al encuentro del camino de sus preocupaciones. De esta manera comienza el interrogatorio a dos mil metros de altura, para terminar de convencerlo de que la sexualidad definirá la estética de los cuerpos y la ética de la vida.
Siéntese y cuénteme lo que le pasa. Y la joven comenzará ayudada por el con la descripción de los síntomas que la aquejan: “Me cuesta trabajo respirar, a veces me parece que me voy a ahogar,siento un peso en los ojos y en la frente, me zumba la cabeza, me mareo, siento que me voy a caer, a veces me late la cabeza como si fuera a saltarseme, creo siempre que me voy a morir”.
De lo que Freud deduce que estos ataques de histeria tenían como contenido la angustia. A la pregunta de si veía algo cuando le daban esos ataques la joven responde que sí, que siempre veía una cara horrorosa que la miraba con ojos terribles, cara a la cual no reconoce.
La angustia -dice Freud- se me había revelado muchas veces, tratándose de sujetos femeninos jóvenes, como una consecuencia de horror que acomete a un espíritu virginal, cuando surge por vez primera ante sus ojos el mundo de la sexualidad, y entonces arriesga una posibilidad y le dice: -Puesto que Ud. no lo sabe, voy a decirle de donde creo yo que provienen sus ataques. Hace dos años, poco antes de padecerlos, debió Ud. de ver u oír algo que la avergonzó mucho, algo que preferiría no haber visto-. Y de esta manera es que llega la confesión de una escena que como en el caso anterior de Miss Lucy, va a ser encubridora de una primera, a semejanza de un contenido manifiesto y un contenido latente como en el sueño.
La escena que sería luego segunda pero que es la primera relatada, tiene como protagonistas al tío, marido de esa tía dueña de la posada, y a Francisca. Ella los sorprende, después de una búsqueda de Francisca que era requerida por sus tareas y que no se la encontraba, en un cuarto a oscuras. Ella mirando por una ventana como a través del ojo de una cerradura, espiando, ve a la tal Francisca tumbada en la cama y a su tío encima de ella. Enseguida se aparta de la ventana y tiene que apoyarse en la pared, y allí le da el primer ahogo, como los que viene padeciendo. Se le cerraron los ojos y empezó a zumbarle la cabeza como si fuera a rompersele.
Aunque por su corta edad y su falta de información no comprendió nada de lo que allí pasaba, el susto fue tan grande que olvido todo, por lo que Freud llega a decir que el afecto por sí mismo crea un estado hipnoide, cuyos productos quedan excluidos del comercio asociativo con la conciencia del yo. Por lo tanto el intento será ligar el afecto a la visión horrorosa que se le presentaba como alucinación. Sin poder asociar nada con respecto a esta visión, continúa el relato diciendo que el tío y Francisca al oír probablemente algún ruido, se levantaron. Ella siguió trabajando a pesar de que su malestar continuaba y los vómitos se acentuaron tanto que estuvo en cama vomitando a cada momento durante tres días. Freud vuelve a arriesgar: Los vómitos significan repugnancia, así que me hace suponer que lo que Ud. vio en la habitación de su tía le produjo asco. A lo cual ella responde, si, debí sentir asco, pero de que?
Freud tampoco lo sabía, pero la invita a continuar con el relato, confiando que con seguridad se le ocurriría precisamente lo que era preciso para el esclarecimiento del caso. Entonces descentrada de la puntualidad y dando cuenta de los desplazamientos, la sujeto continúa contando que su tía comenzó a notar algo extraño y la interrogó de tal manera que tuvo que contarle lo que había pasado. A consecuencia de ello se iniciaron entre los cónyuges violentas discusiones que llevaron a la esposa a separarse y llevarse a sus hijos, dejando al marido con Francisca que ya comenzaba a tener síntomas de embarazo. Al llegar aquí para sorpresa de Freud, la joven se aparta de su relato y pasa a contarle dos series de historia que se extienden dos y tres años antes del suceso traumático.
La primera serie contiene escenas donde el tío persiguió con fines sexuales a la paciente cuando ésta contaba con 14 años. Así, un día de invierno, bajaron al valle y pernoctaron en una posada. Ella se fue a dormir y el tío se quedó bebiendo hasta tarde, cuando subió, ella lo sintió entrar y luego se quedó dormida, para despertarse de repente y sentir su cuerpo junto a ella. Ella se levantó asustada, lo increpó y se puso cerca de la puerta en actitud de abandonar el cuarto, de no volver él a su cama. Él intenta convencerla de que acepte sus propuestas, que le van a gustar, pero luego se cansa y desiste yéndose a dormir. Ella ocupa el lecho que quedó vacío y duerme sin sobresaltos hasta la mañana. Sin haber reconocido el carácter sexual de los requerimientos y enterándose del verdadero sentido mucho más tarde, ella afirma que únicamente se había resistido porque le resultaba desagradable ver interrumpido su sueño y “porque le parecía que aquello no estaba bien”.
A continuación Catalina cuenta otros sucesos de épocas posteriores donde el tío borracho la había vuelto a agredir sexualmente.
Terminada esta serie de recuerdos, comienza a relatar otra que tiene que ver con aquellas ocasiones en que sospecho que entre su tío y Francisca pasaba algo. Una vez que toda la familia durmió en un pajar, se despertó ella al escuchar un ruido y vio como su tío se separaba bruscamente de Francisca. Otra vez, en una posada lo sorprende a su tío yendo al encuentro de Francisca que estaba en la habitación de al lado. Todo esto no despertaba en ella sospecha alguna, aunque le chocaban algunas cosas y a veces sentía un poco de miedo, aunque no estaba segura.
Agotadas estas dos series de reminiscencias, la sujeto guarda silencio. Durante el relato la expresión de su cara fue cambiando y de la tristeza había pasado a una expresión llena de vida. Freud por su parte también fue comprendiendo a través de su relato de que se trataba el caso.
Cuando la escena del descubrimiento de su tío con Francisca, llevaba la sujeto en sí dos series de impresiones que se habían grabado en su memoria , sin que hubiera llegado a comprenderlas ni pudiera utilizarlas para deducir conclusión ninguna. Cuando vio a la pareja sorprendida en la realización del coito, se estableció en el acto el enlace de la nueva impresión con las dos series de reminiscencias, comenzando enseguida a comprenderlas y simultáneamente a defenderse de ellas. A esto siguió un corto periodo de incubación, apareciendo luego los síntomas de conversión o sea los vómitos sustitutivos de la repugnancia moral y física.
Lo que había repugnado a la sujeto no había sido la vista de la pareja, sino un recuerdo que la misma despertó en ella, recuerdo que era aquel de la escena nocturna en la que sintió el cuerpo de su tío junto al suyo.
Entonces aquí Freud le dice: Ya sé lo que pensó Ud. cuando advirtió lo que sucedía en la habitación de su tío, pensó: Ahora hace con Francisca lo que quiso hacer conmigo aquella noche y luego las otras veces. Esto fue lo que le dio asco, haciéndole recordar la sensación que advirtió al despertar por la noche y notar el cuerpo de su tío junto al suyo.
Ella acepta y entonces Freud insiste en preguntarle que ahora que ella es mujer y no una niña y lo sabe todo, que parte del cuerpo de su tío fue la que sintió junto al suyo. Ella no da a esa pregunta una respuesta concreta, sonríe confusa y como convicta, como quien se ve obligado a reconocer que se ha llegado al nódulo real de la cuestión y que no hay más que decir de ella. Puede suponerse, dice Freud, cuál fue la sensación del contacto que advirtió, sensación que luego aprendió a interpretar.
Con esto queda aclarado el caso y sólo resta explicar el origen de la alucinación que retornaba en cada uno de sus ataques y que era una horrible cabeza que le inspiraba miedo. Y como si el diálogo hubiese ampliado su comprensión dice: Ya lo se, es la cabeza de mi tío, pero no como cuando lo vi en los sucesos que he contado, sino que después de esto, el tio le tomó un odio horrible y la acusaba de ser la culpable de todo lo que pasaba y del divorcio con su mujer. Cuando la veía se pintaba en su rostro una expresión de cólera y la perseguía para maltratarla, ella huía y trataba de no encontrarse con él. La cara que veía siempre que le daba el ahogo, era la de su tío contraída por la cólera.
Estas palabras le recuerdan a Freud que el primer síntoma de la histeria o sea los vómitos, desaparecio de a poco subsistiendo el ataque de angustia con un nuevo contenido, ese ahogo y esa cara tan temida, y Freud llama a esta una histeria por reacción.
Epicrisis
La enferma había aceptado como verosímil todo lo que Freud había interpolado en su relato, pero no se hallaba en estado de reconocerlo como vivido realmente. Para ello, dice Freud, a mi juicio , hubiera sido necesaria la hipnosis. Más tarde será la transferencia. A continuación intenta hacer un paralelo con el caso descrito anteriormente, el de Miss Lucy, como una histeria adquirida, y dice que podremos considerar las dos series de sucesos eróticos como factores traumáticos y la escena del descubrimiento de la pareja, como un factor auxiliar. En dichas series quedó creado un contenido de conciencia, el cual, hallándose excluido de la actividad mental del yo, permanecio conservado sin modificación alguna, mientras que en la escena del descubrimiento hubo una nueva impresión, que impuso la conexión asociativa de dicho grupo aislado con el yo. Aquí la causa del aislamiento no es como en el caso de Miss Lucy, la voluntad del yo que lo rechaza, sino su ignorancia, la que impide toda elaboración de las experiencias sexuales.
Las impresiones de la época pre-sexual, cuyo efecto sobre la niña ha sido nulo, adquieren más tarde, como recuerdos, poder traumático, cuando la sujeto adolescente o ya mujer, llega a la comprensión de la vida sexual.
La disociación de grupos psíquicos es un proceso normal en el que desarrollo de los adolescentes y frecuentemente su incorporación al yo acarree perturbaciones psíquicas. Pero en este punto Freud expresa sus dudas con respecto a que la disociación por repugnancia sea diferente a la disociación por ignorancia, ya que es muy probable que los adolescentes posean ya conocimientos sexuales más precisos que los que generalmente uno se imagina.
Otra de las variantes que presenta el mecanismo psíquico de este caso consiste en que la escena del descubrimiento, que hemos calificado de auxiliar, puede también serlo traumática, pues actúa por su propio contenido y no tan solo por despertar el recuerdo de sucesos traumáticos anteriores. Freud reúne de este modo, los caracteres del factor auxiliar y los del traumático.
Pero agrega: en esta coincidencia, no veo motivo alguno para abandonar una diferenciación de conceptos a la que en otros casos corresponde también una separación temporal. Otra peculiaridad de este caso, que por otra parte nos era ya conocida, es que la conversión, o sea la creación de fenómenos histéricos, no se desarrolla inmediatamente después del trauma, sino después de un intervalo de incubación. Charcot daba a este intervalo el nombre de época de elaboración psíquica.
Miguel Oscar Menassa
Del Libro: FREUD Y LACAN -hablados- 4
Editorial Grupo Cero