LA CONSTRUCCIÓN VIVIENTE (III)
LA CONSTRUCCIÓN VIVIENTE (III)
Introducción
¿Es posible transformar un síntoma en saber? ¿Puede un sujeto que repite su sufrimiento encontrar, en lugar del encierro, una vía hacia lo nuevo? La experiencia del psicoanálisis no consiste en comprender, sino en atravesar. En ese trayecto, la palabra —cuando no se esconde detrás del discurso del yo— puede devenir acto, creación, construcción viviente.
I
Si hoy podemos hablar de inconsciente estructurado como un lenguaje, es porque Freud fundó el psicoanálisis, Lacan nos enseñó a leerlo como escritura del deseo y Menassa lo hizo pasar de siglo con claridad y acierto. Soñar, hablar, repetir… todo eso deja huella. Pero no cualquier huella. Una que solo el trabajo analítico puede descifrar: anagrama del sujeto, mapa fragmentado que se ofrece como cifra al deseo.
El análisis opera ahí donde la lógica de la inteligencia ya no alcanza, allí donde el lenguaje falla y, por eso mismo, dice más. Lo que retorna —como síntoma, como lapsus, como sueño— señala un conflicto: el del sujeto con lo que no puede ser dicho sin pérdida. Pero incluso esa pérdida, cuando se trabaja en transferencia, construye.
Así, bajo el velo de las palabras, el análisis revela lo que la defensa ocultaba. No para oponer verdad y mentira, sino para que el sujeto advenga a lo que de sí mismo le es más propio: su división, su deseo, su ley.
II
Toda relación analítica implica una ruptura con las ficciones imaginarias que el yo construyó para defenderse de lo real. Y sin embargo, es desde esas ficciones que puede iniciarse el trabajo. La transferencia —esa pasión de amor donde se juega la repetición— no es un obstáculo, sino una oportunidad. Gobernar su forma, en lugar de evitarla, es permitir que algo nuevo se inscriba: una relación inédita con la palabra, con el cuerpo, con el otro.
Porque el análisis no es sólo hablar. Es hablar de una manera que toque el hueso del lenguaje, que deshaga el encantamiento de los significantes que nos habitan sin saberlo.
El sujeto no puede no quedar afectado por el destino que le propone el discurso analítico. A través del decir, descubre la falla de su sistema, el agujero por el que el inconsciente se manifiesta y organiza el deseo.
Y así, cada palabra dicha en análisis se convierte en acto de construcción: una invención, un paso, una caída también. Pero ya no ciega.
III
En ese recorrido, el falo —no como órgano ni símbolo fálico, sino como significante— organiza la escena del deseo. Es eje, falta, ley, coordenada de la posición del sujeto en el lenguaje.
Desde ahí se construye la vida mental: como un relato que nunca estuvo escrito, pero que se puede escribir en el decir de cada sesión. Es en esa construcción viviente, en esa invención sostenida palabra a palabra, donde algo verdaderamente singular puede aparecer.
Y no hay otra forma de llegar ahí que hablando en análisis.
Porque, como decía Lacan, los fantasmas no soportan la revelación de la palabra.
El psicoanálisis no es una respuesta.
Es un espacio para abrir puertas en tu mente.
Si deseas vivir mejor los años futuros: es posible empezar.

Virginia Valdominos
Psicoanalista del Grupo Cero