LA FAMILIA COMO ESTRUCTURA SEXUAL

LA FAMILIA COMO ESTRUCTURA SEXUAL

Euskadi, 1979

Los pormenores de un destino me llevan por sus avatares siempre incontrolables a ponerme frente a ustedes en posición de levantar lo que, para mi, ya ha caído: la familia, la estructura, lo sexual.

Quiero decir que en los tiempos que corren si es familia, es cristiana; si es estructura, es dogmática y si es sexual, es psicoanálisis.

Y donde las matemáticas fueron el paso sin retorno donde el hombre rompe por primera vez, en su historia como hombre, el círculo imaginario que sobre él determinaba la religión; el cristianismo será la posibilidad dramática desde la cual el hombre podrá matematizar los restos de aquel círculo

Y si bien el siglo pasado y la Coca-Cola han matado a Dios, debemos decir que todavía su palabra es verdad, síntoma, mutilación.

Lo que acabo de decir puede resultar solo la sugerencia de una guerra interminable y desoladora entre la religión  y sus dioses y las ciencias y sus ejércitos. Donde una y otra no se cansan de repetir que de triunfar, harán que las ciencias o bien la religión, según el resultado, dominen definitivamente los bajos y misteriosos instintos del hombre.

Yo preferiría, entonces, quedar excéntrico de vuestra mirada para poder deciros que Dios es a la religión como la Ley a la estructura y el Nombre del Padre a la sexualidad.

Y no será necesario en esta exposición hacer una apología de la idea de Dios, ya que ella misma es su apología por ser palabra entre nosotros que estamos reunidos y del hombre se trata.

Una vez escrita la palabra dude de mi al sentir que intentaba dar cuenta y gracias a la posibilidad brindada por ustedes, a los 38 años, de lo que creía superado a los 14 años.

¿Dios existe?

Yo soy Dios , contesta el ser humano, porque con mi propio cuerpo, produzco el nombre que lo nombra. Y el lenguaje es Dios porque su materialidad práctica, la escritura, es materialidad histórica de todo lo vivido. Y por la irrupción brusca del lenguaje en el propio centro de la biología, en las propias entrañas de las leyes físicas (y no hablo de ninguna otra cosa que de las ciencias contemporáneas y para no entrar en discusión las nombro: La Teoría del Valor y la Teoría del Inconsciente) la escritura será materialidad de todo lo soñado.

La existencia de Dios se sobrelleva en condiciones lamentables.

¿Dios existe?

Si, pero en las entrañas  del otro, Si, existe, pero en la posibilidad misma de la carne porque Dios es deseo.

Todo lo que no toco con mis manos, todo lo que no puedo con mi sexo, es Dios.

Sesamo abrete y Sésamo se abrió porque hubo un hombre capaz de llevar su propia razón hasta límites impensables para el hombre y habló con una piedra.

Y fue, como sabemos, en el principio el Verbo y no hubo después de ese momento ningún hombre sobre la tierra sin su nombre.

Y así el hombre va por la vida asustado de su supremacía sobre los otros reinos y hace divino (proveniente de Dios) lo que no puede soportar como animal humano, sus diferencias: el lenguaje sobre todo lo otro.

Y hasta  tal punto, del lenguaje, su tiranía actual, que hay en mi, y en doble sentido de cromosomico y tambien de inconsciente, los efectos de sus leyes: semejante y distinto, crezco humano, precisamente, en el tiempo donde las letras se combinan en la palabra “humano”.

Y sin entrar todavía en tema quiero decir que, con dos meses y días de anticipación, fui notificado de la participación del Grupo Cero, en mi participación, en LA PRIMERA SEMANA DE ESTUDIOS SEXOLOGICOS DE EUSKADI y que, exactamente, una semana después nos pusimos a trabajar en el tema unas 30 personas. Estando de acuerdo en la ansiedad que nos provocaba el título del tema encomendado: La Familia como Estructura Sexual. Ya que algunos de nosotros -llevados en el intercambio grupal a la comprensión de la familia como estructura sexual- estamos intentando en la actualidad, al mismo tiempo que vivimos, formas de convivencia que sin alterar claramente los modelos tradicionales, sea posible la transformación de la sexualidad familiar.

Comenzamos a trabajar el tema, contentos, diría yo, de que nos hubiese tocado en suerte no solo exponer acerca de lo que creemos saber sino también, y a modo de presentación, hablar en ese saber de nuestros antecedentes. Un tema que por haber sido casi nuestra única preocupación en los últimos 12 años, tanto sabíamos de él o, por lo menos, tanto tendríamos que saber.

Ya que el grupo, con su propia vida e instrumentos teóricos mediante y operando un descentramiento casi demencial (ya que cada uno es su propia familia y su condena es formar una familia igual) pudo ver en la familia, más allá de todo lo que Ella propone como desvío para no ver, simple y sencillamente una estructura sexual desvariada de tanto querer repetir en el hombre (nosotros mismos) los precisos estados que por sexuales, ella, la familia, como estructura genera y legisla.

Este descubrimiento, y debo decirlo porque de la familia se trata, es el motor que con su ilusión de una posible transformación de los modelos familiares determina nuestra vida actual.

Y sin embargo, después de las primeras alegrías, nos dimos cuenta que nuestra experiencia vivida era solo eso, experiencia vivida. Es decir, que las marcas, las señales del proceso estaban, o bien en nuestro propio cuerpo (de donde sabemos es absolutamente imposible encontrarle sentido) o bien, sin llegar a tener miedo, estaríamos anonadados por la ruptura estrepitosa del espejo donde Edipo, antes de nacer, ya bia sellado su destino.

Y queremos pensar que a pesar de la fragmentación especular a la cual nos había llevado nuestra manera de vivir, donde cada cual era otro y otro no podía ser sí mismo, el silencio marcaba el lugar de la estructura donde una vez más cada uno, uno mismo, padecía la ilusión de ser el centro del sistema y que, mirándose en uno cualquiera de los fragmentos del espejo, violentamente y sin llamar la atención de nadie (en silencio) conseguiría, ahora por auto procreación coronar su soledad y su silencio en un espejo de tales dimensiones como para que en él pueda volver a aparecer Edipo y nos dicte, antes de nacer, una vida ya vivida: la vida de nuestros padres.

Alrededor de la invariante Edipo pululan los olores de una familia.

Un padre muerto, una madre partida en dos y un hijo ciego. Y por si fuera una metáfora, diría, un hijo generalmente extraviado.

El niño tendrá que recibir  de la misma persona, su madre, los cuidados alimenticios y los cuidados sexuales que en prácticas de limpieza y manipuleo de las zonas genitales, en ciertos casos, se extienden hasta muy avanzada la primera infancia. Y entre tanta carne, sudor y leche que recibe de Ella tendrá que recibir, también de Ella, y por un mecanismo análogo de reflexión, el símbolo que lo hará hombre para el símbolo.

Ella nunca es translúcida a su propia palabra. Del espesor de esa opacidad y de la dependencia extrema del pequeño niño en esos instantes, el símbolo impartido por Ella (y  en todos los casos impartido ya que Ella tiene como función reproducir) llega al niño de esta manera siempre resquebrajado. Y en los pliegues de ese símbolo resquebrajado se inscribe, a falta de otro escenario, la verdad del sujeto: su síntoma, su impotencia, su mutilación.

Si es varón, podrá pero no podrá.

Si es mujer, directamente no podrá.

Llevado ahora por un viejo vicio de cuando estudiante del psicoanálisis pretendo continuar este trabajo tratando de ver cuales son los bordes más adecuados para el encuentro. Y si considero, mas alla de estar de acuerdo o no con lo que escribo, que en la palabra estructura podríamos hallar el espíritu teórico del título y en la palabra familia el modelo ideológico desde el cual se imponen, para su propio desarrollo como modelo, que por moderno sea estructura y que por humano, que no queda remedio, sexual.

Y como todo modelo ideológico condena a repetirlo o revolucionarlo y si lo que está en cuestión es el sujeto familiar, debemos decir que en cualquiera de los dos modelos intentos se le va la vida.

El modelo, por ser modelo, se repite o se transforma según condiciones sobredeterminadas y por ideológico se repetirá o se transformará   solo sobre el propio cuerpo viviente del sujeto.

Sin sangre no hay ideología.

El vicio que no llegué a mencionar cuando me era dable hacerlo fue la epistemología materialista. Un modo no de producir conceptos sino una manera de leer la producción de conceptos. Es decir, una visión del mundo determinada, una ideología determinada desde donde ordenar (porque la ideología siempre es ordenadora) la producción científica.

No somos, por lo tanto, una matriz elemental y sensible a todo, tenemos una cierta caída en nuestro discurso, un cierto color.

Decimos que los procesos de producción científica son diferentes a los procesos de producción ideológica. Y si bien sabemos  que ahi en el magma de los ideales, en plena ideología, cuando el concepto nace concepto científico, nace radiante y puro de ideología en tanto es de ella de quien nos habla, también sabemos que su desarrollo o su muerte están estrechamente vinculados a los modelos ideológicos imperantes.

Un título que más que un título es en sus paradigmas a mi alcance, por lo menos dos ciencias. Donde el encuentro con lo sexual la estructura se hace antropológica y en el sesgo donde lo sexual interrumpe su flujo para gozar o para morir, la estructura padecerá los defectos de la Ley que la Cultura impone a toda cosa hombre para poder nombrarse con su nombre ser.

Si Edipo reina, la Ley prohibe el incesto.

Y propone para semejante objeto: el inconsciente constituido como efecto de la prohibición, una ciencia: el psicoanálisis.

De la realidad (metáfora de todo lo posible) las ciencias son todo lo posible de ser determinado.

Más que verdad, símbolo, más que progreso humano, cultura. Y cuando digo cultura, digo que desde su irrupción en el mundo terrestre hay en las ciencias algo que se repite.

Desde las milenarias matemáticas (y pido perdón por hacerles creer por un instante que las matemáticas tienen que ver con la familia) la ley de los números naturales nace entre un rosario de piedrecitas que se contaban y se descontaban y cada cosa tenía su correspondencia en lo real y los instrumentos de equivalencia nunca eran palabras.Ley que viene a nombrar la imaginaria cantidad que, desde su reconocimiento como imaginaria, mostraba precisamente en lo que regulaba (dos conjuntos de objetos reales) su desconocimiento de la ley reguladora de dicho intercambio.

Primer juego de pasiones registrado entre el símbolo y la cosa. Donde la cosa muerte y el símbolo dueño ahora del nombre de la cantidad no recurre a la cosa para nombrarla.

Y entre un dios que tambalea porque trascender ya no es divino sino simbólico y un número que seguramente por ser generador de un modelo se mantiene ligado en el imaginario de la época a la cosa por un fino cordón umbilical y donde todavía nombrar uno era de alguna manera recordar una cosa y nombrar dos podía aparecer como recordando dos cosas, el acontecimiento del número irracional termina con el dominio de lo real y condena al hombre a que lo simbólico sea su última palabra.

Y queriendo insistir en esta detención, porque la creo imprescindible:

Antes del símbolo era la cosa contra la cosa y su regulación  dependía del impacto que en el imaginario de los sujetos provocaba la cosa misma, por tanto su valor no dependía de nada determinable sino más bien que variaba con las variaciones de la realidad donde acontecía la operación y, como sabemos, eso se llama manipulacion ideologica de la realidad.

Y así es como toda estructura determinada, y las matemáticas se precian de serlo, no solo es producto histórico sino un movimiento de generación histórica. Y así es como en ningún otro lugar que en el vacío formal de las proporciones geométricas sin contenido, donde la física encuentra la estructura formal abstracta de sus primeras leyes.

Y no hace falta ir más lejos para decir que sin el desarrollo de las ciencias físicas no hubiese sido posible la revolución industrial y sin esa posibilidad de socialización universal no hubiesen sido posibles las ciencias donde el hombre cree ver, por fin, su propia medida como hombre.

Y así es como el hombre, en los últimos siglos, padece las heridas de saber y no ser, en nada de lo que se determine, el centro del sistema.

Sujeto, sujetado al paroxismo de leyes inviolables. Donde como persona no participa en la elección de la posición que le tocará ocupar en su vida por estar sojuzgado por ser hombre: a la tiranía del significante si se trata de la adquisición del lenguaje; a la tiranía de las relaciones de parentesco si se trata de la adquisición de la sexualidad (humana) o bien, y además simultáneamente, a la tiranía de los modos de producción (sea de mercancías o de sentidos) si se trata de la adquisición del ser social.

Y seguimos sin saber qué es una familia.

Hablar de lo que no sé siempre me resultó agradable y hasta diría, terapéutico. Nunca un descubrimiento íntimo le hace mal a nadie. Pero hablar , como en esta oportunidad parece que ha tocado en suerte, de lo que nadie sabe me resulta, debo decirlo, temible.

Y si bien, como se sabe, no soy ninguna otra cosa que un escritor, en esta oportunidad temo más a las palabras que puedan aparecer sobre la hoja en blanco que a vuestra inquisidora mirada personal en un diálogo cuerpo a cuerpo, como si estuviéramos descubriendo nuevos horizontes y, sin embargo, cada cual estaría recordando, empecinadamente, a su propia familia.

La familia, quiero decir, permanece en la mirada.

Y la familia no es, como se cree, un hecho natural.

Sistema de sistemas. Maquina hominizante.

Ella solo desea reproducir.

Mi mirada es vuestra propia mirada y el amor que se desprende de esas cálidas miradas es ciego.

Y hablando del sexo y del ojo recuerdo una frase de la religion (que por religiosa no menos familiar): “Si un ojo te da oportunidad de pecar, arrancatelo”,

Tratando ahora de no desviarme demasiado de la dificultad que presenta para mi el tema en cuestión, diré que hablar de la familia como estructura sexual no es hablar de ningún modelo teórico para dar cuenta de ningún modelo familiar sino, más bien, hoy dia, se trataría de hablar de la máquina o bien del centro de la máquina productora de los modelos. Escenas desde las cuales el sujeto familiar accedera al ser social y por esta manera de comenzar a vivir como sujeto humano limitará toda su experiencia.

Estructura reproductora de la especie humana donde la mujer no existe sino como función (Madre) para imponer en lo que nace humano (semejante pero no igual) una ley que desconoce y que no dictó.

Ya que fue la incalculable voz de su madre (ciega) quien le habló de su padre (ya muerto) que cuando hablo, hablo por la boca de su propia madre (también ciega).

Como vemos, un concierto de sirenas en plena noche. Una cadena al parecer interminable que nos tiene atados, por humanos, a la misma.

Ella podrá en nosotros lo que en con el no pudo. Ella podrá en nosotros lo mismo que su madre pudo en ella.

El famoso Nombre del Padre, como vemos, es, en realidad, el nombre de la madre.

El padre no existe. Estuvo por ley, desde el principio, muerto. Y siguiendo de cerca a las disciplinas que pretenden una luz sobre semejante oscuridad, diremos que existen formas precarias para ser un hombre; formas varias (dentro de cierta armonía) y perfectas para ser madre. Pero cuando ella, mujer, quiere ser su propio sexo, el atributo que las ciencias modernas le conceden es que acceda a sus ser femenino intercambiando lo que en ella es ausencia por un hijo, asi de “simple” con su padre que para colmo yace muerto.

El cuerpo de la mujer desaparece es esa paradoja y se transforma en maquina, familia.

Un dia, de pequeño, Ella me dio algo sin pedirme nada a cambio y en esa escena se genero el símbolo. Y el símbolo no es el viento que corre sino el recuerdo permanente de aquello que no hubo en el primer movimiento. Y por haber faltado a la primera cita no podrá ser ninguno de los términos del intercambio, ni siquiera Ella misma sino más bien, por su pureza, la razón de dichos intercambios. La Familia, entonces, está capacitada por estructura a que se produzcan en ella transformaciones en todos sus elementos y sus relaciones entre sí frente al movimiento, por mínimo que sea, de cualquiera de sus elementos constitutivos. Para reproducir o producir en sus transformaciones y ahora por sexual (entiendo que no por sexual deja de ser social) goce, mercancías, ideología, hijos.

El goce no necesita para su producción de ninguna formación especial y la producción de mercancías, más allá de cualquier relación entre un hombre y una mujer, depende de la relación entre fuerza de trabajo y medios de producción. Tenemos entonces que la familia así creada es una máquina reproductora de hijos (estructura que hasta que no se demuestre lo contrario, tiene como función reproducir, conservar y cuidar la especie humana) y por esa brecha que deja lo biológico, máquina al fin, reproduce ideología.

Y parece ser que en las sociedades judeo-cristianas el modelo primordial, mítico, es aquel primer hombre, es decir, en el Nombre del Padre para que, a su vez, poblaran el mundo.

Y si nos permitimos, podriamos leer en esa construcción delirante del comienzo de lo humano, las marcas, casi indelebles, de nuestra miseria actual.

Un Dios que al no nacer por ser eterno niega las diferencias sexuales entre hombres y mujeres y por lo tanto su propia posibilidad de ser humano, es decir, nacer distinto pero semejante, de madre y padre, humano.

Un Dios que después de tener un “hijo”, Adán (un hijo sin madre), para poder ser él, Dios, padre y madre también de lo que ahora sería su gran creación: el hombre masculino. Y es aquí donde reniega, es decir, niega por segunda vez las diferencias sexuales.

Y un Dios que reniega las diferencias sexuales entre los pequeños hombres masculinos, existe, pero como habíamos dicho anteriormente, en condiciones lamentables. Es, se quiera o no, un dios perverso.

Vayamos imaginando, ahora, el destino que espera a la mujer en este sistema así creado. Ya que Eva, la mujer de la historia, accede a la vida no desde la carne de Ella ni de la tierra sino en el intercambio de las relaciones homosexuales (y pido perdón por la palabra) entre Dios-padre y Adan-hombre, por lo tanto nace como producto efecto del trabajo humano (entre dos hombres masculinos).

Ella no es, de otra manera, humana como todos, es decir, distinta pero también y simultáneamente semejante, sino que ella es directamente distinta. Más allá de lo natural, más allá de lo humano propiamente dicho, nace cultura y, por lo tanto, puede intercambiarse. Ella es una riqueza en sí misma. Por ser cultura es valor y se puede tener o no tener, cómo los significantes, como las mercancías que a la larga de estos sistemas de vida, siempre terminan perteneciendo a una persona en el mismo momento que le son privadas a otras.

Intento ahora despejar mi mente y, por qué no decirlo, también la vuestra.

Intento saber no solo los misterios de mi propia mente y en ese saber incluir los misterios de vuestra propia mente.

Y no es que en este momento me interese saber cuál será el destino del hombre o bien el destino de mi mente sino más bien, y lo digo sencillamente, hoy me gustaría hablar acerca del origen del hombre y acerca del origen de mi propia mente. Quiero decir  que en estos niveles mi ignorancia es verdaderamente grandiosa.

Ya que el origen del hombre que debo llevar grabado en el origen de mi mente será, sin duda, aquel que mi padre no solo reconocía  como verdadero sino que me transmitió como verdadero.

Y así fue que en los cálidos brazos de mi madre y entre su respiración siempre entrecortada, por mi cercanía, aprendí que Dios es eterno y su reino son los cielos, también eternos.

Sin ningún motivo aparente, creó la tierra y el agua y los seres vivientes que habitan la tierra y el agua. Y hasta aquí, podríamos decir que esto hubiese bastado para entretenerse y sin embargo tomando un trozo de barro entre sus manos (y como vemos en el avance del relato Dios termina teniendo -y esto ocurre en cualquier relato- alguna forma antropomórfica. Y el hombre hasta en su desvario religioso nos vuelve a repetir que mas alla del hombre solo podemos encontrar otro hombre) y generando con ese gesto de sus manos las leyes de la expresion plastica, construyo un pequeno hombrecito de barro (de sexo masculino) y con un soplo vital tambien sobre su tierra un hombre. Un hombre masculino como él que era Dios Padre.  

Y si hasta aquí los puntos oscuros de la historia se superan con un poco de fe, acerca de la creación de la mujer, que no fue siquiera creación, la fe no alcanza. Ya que no es de la nada desde donde la hace nacer sino, extrañamente, del propio cuerpo de Adan, de lo que se desprende y no se sabe bien por qué motivo. Dios quiso que Adan  antes de ser el hombre para Eva fuera precisamente la madre para Eva. Pensamos que en esta ceremonia no faltó, y pensamos que precisamente ello la hizo posible, el soplo divino que ahora no ya sobre el barro y como una especie de semen simbólico (masculino) que genera el contacto con un trozo de carne (masculina) una mujer, Eva, que como vemos es producto de la relación entre dos hombres. Quiero decir, y no sé si es interesante decir, que si Dios hubiese tomado otro trozo de barro para crear a Eva en lugar de la costilla de Adan, puedo asegurar que la historia de la civilización judeo-cristiana hubiese sido otra.

Con el intento de seguir conversando doy por verdadero el mito hasta aquí. Y creo que un Dios todopoderoso y eterno que vivía en los cielos, también eternos, decidió por el aburrimiento que genera en todos los casos la eternidad (sobre todo cuando esa eternidad no tiene el rango de escritura), crear la tierra y sus habitantes (los reinos animal, vegetal y también mineral. Reino este último que no se considera viviente -por lo menos para el común de la gente- en boca de una biología que si no acallamos urgentemente, nos terminará diciendo que la materia viviente es solo aquella que mediante sucesivas transformaciones pueda llegar a ser materia divina). Y ese dios, único, eterno y ambicioso quiso también crear la cultura y sus habitantes (el verbo, el hombre).

Pero es precisamente aquí donde este dios comete su primer error ya que por eterno negaba y por único renegaba de las diferencias sexuales, es decir, las desconocía y como entendemos desde nuestro saber actual, sin ese recono-cimiento es absolutamente imposible el lenguaje, el hombre.

Me imagino en ese dios una unica ilusion, en el principio del principio, poblar ahora su mundo así creado de palabras, de hombres. Y, sin embargo, y precisamente por renegar  ser hombre humano (distinto sí, pero también semejante) la familia así creada como mito de origen del hombre  padecerá graves límites en lo que debería ser precisamente su unica funcion: poblar el mundo de hombres, reproducir la especie, llenar el universo (y no solo la tierra) de palabras.

Y descartando a dios por sublime quedaron sobre la tierra para poblarla Adán y Eva y sus dos hijos varones, Abel y Caín. En definitiva tres hombres y una mujer.

Donde esa mujer no tendra ningun otro tiempo que el de ser madre y los tres hombres demasiado tiempo libre para la homosexualidad, el trabajo y la guerra. Y después de haber cometido este descomunal error todo se desvía y es así como el bien, representado por Abel, muere en manos del mal, representado por Cain; y ahora el delirio final, donde la condena del propio dios a Caín por haber matado a su hermano (vivir eternamente como hombre, sin morir, sin alcanzar nunca lo divino) y como vemos más que una condena por algo (asesinar) que se consideraba malo, en esta condena la palabra divina impone una ley moral que aunque a simple vista parezca todo lo contrario, determina que lo malo sobre la tierra, lo bueno sea lo divino. Y dando un paso más podríamos decir que en este movimiento se genera un deseo que aunque no parezca humano, acontece en el hombre donde el hombre, nuestros asesinos actuales, matan para no morir.

Como vemos, la idea de Dios no solo trae los beneficios de poder hacer divino todo lo que no comprenda la razón humana sino que también trae como consecuencia dar cuenta mediante una fe tal que el ser se agote en ella, de los desvíos que semejante principio impone a la historia del hombre. Historia que, afinando un poco nuestra puntería y en la sociedad que me cobija como semejante, es por ahora la historia del dios judeo-cristiano.

Esperamos que algún día el hombre pueda escribir la historia del hombre.

Ya que todavia, y eso que corren los tiempos que corren, tres parecen ser solamente los destinos del hombre segun el nivel de su renuncia: si fracasa el sexo, es decir en sus relaciones familiares, irá al manicomio. Si fracasa el dinero, es decir en sus relaciones sociales, irá a la cárcel. Y, por último, si fracasa en el encuentro con la idea de dios, reproducirá en todo lo que toque, esa idea. Y así podríamos decir que todo lo escrito, amado, pintado, labrado, odiado, ejecutado, en fin, todo lo posible de ser producido por el hombre se produjo en un diálogo con dios.

Por lo tanto, el hombre todavía no conoce los efectos de una conversación con otro hombre y menos aún conoce los efectos de aquello que por creer una explosion cósmica tanto tememos, quiero decir, una conversación entre un pequeño hombre masculino y un pequeño hombre femenino.

Mientras escribo me voy hundiendo lentamente y también inexorablemente entre los antifaces, entre las máscaras. Piel sobre piel, yo pienso, me terminará sepultando.

Un hombre debe quedarse tranquilo, en su casa, para ser lo que debe ser. Si no, claro está, será otra cosa. Y en esa otra cosa, fuera ya de lo que debe ser, se le quitara la casa y la tranquilidad y a veces y aunque ni yo mismo pueda creerlo, se le quitará también su propio hombre.

Y ahora tendrás esta mujer y entrarás en su sacrosanto cuerpo no por divino sino por único y ahí precisamente su divinidad, al atardecer y al amanecer. Y serás el hombre que trabajará y hará la guerra para mantener este mito imposible y entonces serás respetado como hombre y tu “mujer” será respetada como madre de tus hijos que a su vez, si tu sigues trabajando todavía, serán respetados como hombres. Y como rescate por tanto respeto el pago será: no acceder a la heterosexualidad.

Pero si tu deseo de dios no es infinito, Ella no sera la unica fuente de tu placer y entonces otros cuerpos, otras palabras que las mias en Ella llenaran tu vida de nuevas ilusiones y libre seras condenado a no saber si alguna vez podras tener una mujer y tener un hijo sera en todos los casos inospechadamente dificultoso y, con el tiempo, si persistes en luchar por un mundo que no tenga la armonia de lo divino, se te quitara el dinero y el sexo y si todavia persistes, moriras en el hospicio o en el hospital, reventaras tus malos instintos entre las cuatro paredes de una celda o bien se te condenara, por ultimo, a escribir un libro de cien, doscientas, tres mil paginas y seras eso.

Una familia humana, y lo digo aunque se que sera dificil conseguirlo, tendrá que tener (está claro) hombres y mujeres pero en proporciones tales como para que la ley que se desprenda de esas proporciones ermita una libertad sexual para la mujer y una libertad de procreación para el hombre.

Funciones que en libertad no solo serían más adecuadas a las posibilidades (si ustedes quieren, casi biológicas) de ambos (ya que tener hijos es fácil para el hombre y tener goce es fácil para la mujer) sino, también, funciones que en su intercambio además de reproducir hijos e ideología producen goce, es decir, nuevos sentidos a lo dado.

 Y ahí donde lo biológico (como animal) transforma en metáfora su contenido y desea (como humano) impone a la reproducción el límite de la creación de un nuevo sentido y este límite perturba definitivamente la transmisión de ideología. Digo que al llegar a este punto estaríamos en condiciones de cambiar.

Y, sin embargo, estamos en condiciones de pensar que la familia como estructura sexual nos brinda una sexualidad familiar, con límites precisos, con invariantes sistémicas y variables que, si bien en sus transformaciones implican las modificaciones de todos los elementos del sistema y sus relaciones entre sí, nunca implican la modificación del sistema como tal.

Decimos que si persistimos en ver a la familia como una estructura sexual, padecerá de los efectos de ley de esa estructura y sus patrones. Lo que no es como yo misma, dice toda estructura, traiciona. Y para no ser traidor en estructura familiar solo se podrá ser: Normal, Neurótico, Perverso o Psicótico. Y ahí los límites, cuatro figuras alejadas del hombre es lo que el hombre puede ser en la estructura familiar.

Una ley y sus posibles relaciones con esa ley:

O soy neurótico, es decir, ella misma y cargo con su responsabilidad.

O soy psicótico, es decir, ella no existe y no accedo a la responsabilidad.

O soy perverso, ella existe, pero muere y sobre su propia muerte nazco irresponsable.

O por fin soy un hombre normal, transcurro como naturaleza, crezco según el ritmo de las edades y por el brutal sometimiento, se me permiten ciertas transgresiones de ciertas leyes y no se me castiga por ello. Paso a formar parte de los poderosos, tengo la ilusión de ser el dueno del sistema, soy, entonces, una persona normal, como mi madre, reproduzco la ideología.

Como vemos, en dicha estructura queda poco espacio, casi nada, para que nazca un pequeño hombre femenino o un pequeño hombre masculino.

La heterosexualidad, por ahora, solo una sugerencia del lenguaje de ninguna manera, por ahora, posible.

Delicadamente vuelo por los perfumes de mi infancia, veo a mi madre, cálida presencia petrificada en su sonrisa labrada en bronces y jazmines, leyes incomprensibles para mi corta edad y abre sus brazos y su pecho se abre como una paloma partida por el viento y caigo, en esa herida, para morir.

Quisiera, y antes de proseguir en un breve paréntesis, decir que la palabra estructura se me aparece opaca como concepto ya que no se muy bien si da cuenta de los mecanismos familiares o bien se trata del aparato represivo del que la familia dispone para el cuidado de sus formas, para vivir eterna. Palabras como verdadero o falso, niveles de profundidad y de superficialidad, la seriedad del investigador o la falta de ella en él hablan a las claras de pensamientos que, más allá del bien y del mal, pierden sus estribos. Y ahora, fuera de si, son capaces de ver (ya que el mal residen en la mirada) tanto en una tribu primitiva y americana, como en un apartamento céntrico, una máquina reproductora donde las características fundamentales son:

Una mujer que ofrece en dos los casos su cuerpo para las ceremonias y un hombre que más allá de su grandeza o de su miseria, cada vez que está enfrentado a Ella, tiene que ver con el nombre con el que nombra las cosas.

Y para colmo, una sola verdad.

La ley perdurando a través de todos los tiempos, a través de todos los espacios. Ley que se nos muestra con las infinitas caras de la sabiduría. Se corporiza en sus efectos. En su nombre se dan recompensas y castigos. Es justa.

Soberana de mí,  Fuera de mí, Persiste.

Es Dios, símbolo entre símbolos, nunca fue carne, ni pasión, estuvo siempre muerta.

El Edipo, entonces, cuento con el que se trata de sugerir que la familia como estructura sexual padece los efectos de una ley precisa que legisla y determina sus desarrollos y sus posibles eventualidades.

Ley que pide para su cumplimiento no sólo la prohibición sobre persona o cosa o partes de persona o cosa, sino el deseo de transgredir y su renuncia. Desear, dice la ley, desea todo el mundo de la misma manera, las diferencias de efectos quedan marcadas en los modelos de renuncia.

El niño nace, escandalosa placa sensible y totipotente, capaz de registrar la mínima diferencia de sentido, las más grandes imposiciones, los más grandes desvíos. Ameba desconcertada por el cambio de medio, crece aceleradamente, ameba voraz, capaz de comerse el universo. Debe ser detenido a cualquier precio su crecimiento o por lo menos a cualquier precio encaminar dicho crecimiento en el sentido de un debe ser “humano”.

Donde su necesidad por ser necesidad animal será saciada. Y su deseo por ser deseo humano sera reprimido.

Cantemos y también lloremos, porque el hijo de Dios está a punto de morir. Se separa definitivamente la carne del espíritu.

Morir para ascender entre vapores de locura hasta el símbolo: Su propio padre, muerto antes que él y también simultáneamente, víctima del mismo mecanismo.

Inalcanzable. Nombre de las cosas.

Y ahora que ya no tiene cuerpo deberá embarazar a una mujer mediante lo que medie.

Y el hombre será a partir de ahora siempre un otro del otro y siempre en distintas direcciones.

Por esta senda, su amor y su deseo son inconciliables. Y esto, antes que a mi, antes que a ustedes, le pasó a Jesucristo que, como sabemos, su familia (palabra esta que ha suscitado nuestro encuentro) es el ejemplo más nítido, más alto, mas elocuente de nuestra organización familiar actual.

Una madre, Maria Virgen, que jamás accederá a la carne.

Otra madre, Maria Magdalena, que jamás accederá  al espíritu.

Un padre, Dios, que jamás accederá a la carne.

Otro padre, Jose, que jamás accederá al espíritu.

Una madre, Maria Virgen, que jamás accederá a su ser femenino ya que si bien está destinada a la reproducción de la especie (madre de Jesús) tiene como todas las vírgenes montado sobre el principio de realidad, el principio de placer. Y esto solo es un polo de su síntoma ya que toda vez que se trate de la genitalidad, no gozará. Podemos ahora imaginarnos, si ustedes me permiten, aquella noche inolvidable, noche mítica por excelencia, donde Ella hace el amor con él  (espantapajaro sensible) para que de su cuerpo sin solución de continuidad (niño o Dios) se desprendiera el producto de aquella unión deforme, producto desvariado e incompleto que para sobrevivir como semejante, humano, debe entregar su vida a otro para no morir. El pobre Padre Real, el pobre carpintero Jose, ya que Dios, el Padre Simbólico, se le aparecía a ella y conversaba solo con ella porque ella, como mujer, era la que debía transmitir su mensaje (que por ser un mensaje de él en ella, podemos decir llanamente, reproducción de ideología). Y no se le aparecia ni conversaba con Jose porque Jose solo tendria que ser carne sin espíritu, fetiche, máscara de varón cuyo único sortilegio fue proclamar para las familias cristianas que, a pesar de todo, los hijos nacerían mediante la práctica de la heterosexualidad.

Y Ella, Maria, Virgen Y Madre, tenía esa noche una doble función, por un lado ser la madre del niño y por otro lado permanecer virgen.

Espléndida, desnuda pero petrificada, hermosa como nunca, con los ojos y con los dientes entre apretados y al borde siempre de algún llanto o alguna risa cristalina.

Inmovil, como tocada por un dardo envenenado, detiene por un instante su corazón, por un instante se detiene el deseo sobre la tierra y Ella muerta por un instante concibe, ahora, ya sin inconveniente alguno, en su propio vientre, el fruto de por mandato divino, Orden Simbolico, por Ley y por Padre, reside en ella como palabra de su propia madre.

Crucificado desde el principio entre dos madres que es una madre, vivirá con una mujer partida en dos en su corazón y nunca más podrá juntar su amor con su deseo.

Su madre es virgen y también es su madre. Este doble registro de su madre como virgen y también como puta, es insostenible para el pequeño niño cuando estos dos sentimientos tan dispares entre sí hasta ser opuestos, se registran en el niño de manera simultánea. La disociación impuesta no solo separa en el niño las representaciones y sus afectos consecuentes:

-El amor por Maria Virgen, en posición pregenital, quiero decir, previa al reconocimiento de las diferencias entre hombre y mujer. Y como síntoma, el mismo que su madre, anestesia genital.

-El odio celoso por Maria Puta, en posición genital deseante, después del reconocimiento que él como hombre solo era posible por la unión de un hombre y una mujer y que él, precisamente, no había sido ese hombre, sino que también para que la disociación tenga carácter de eterna, exalta el amor y la anestesia genital y reprime el odio y el deseo.

Y a partir de ahora, en el propio corazón del niño, habrá dos mujeres:

-La mujer del amor, es real y no goza y cumple funciones reproductoras.

-La mujer del deseo, destinada para el goce, es irreal, fantástica, inconsciente y por lo tanto no cumple funciones reproductoras.

El delirio paranoico reivindicativo que con los años se va instalando en él, tendrá que ver no con la redención de la humanidad sino con la redención de su propia madre. La aparicion de Maria Magdalena es la escena donde el recupera toda esta historia vivida por el, pero censurada, siente por primera vez y con esa mujer (el espacio de su madre reprimido) restos carnales y unos pasos mas adelante es crucificado para morir al tercer dia y ascender entre vapores de locura, hasta el simbolo. Y el padre real no existe ya que al final queda solo en la tierra y este quedarse solo al final ya se sabe desde el comienzo de la historia. Y ella una tarde surcara el espacio para ir a sentarse, ella tambien, cerca de Dios  padre, es decir, su padre que es, como ya explicamos, con quien verdaderamente tiene ese  nino que en todos los casos sufrira sobre su propio cuerpo alguna calamidad: o sera castrado o sera ciego o morira en la cruz o se dejara matar por sus hermanos o sera un asesino o por fin dejara de existir siendo un padre real (un obrero, un burgues, un intelectual) y estos son los pobres destinos para un nino que nace en una familia cristiana, como se dice, donde queda claramente demostrado que en todos los casos los ninos que nacen en ella son productos de la consumacion inconsciente del incesto. Las marcas en el cuerpo del hombre son el rescate que todo hombre paga no por sus transgresiones, sino por lo que ya su madre transgredió con su padre Dios.

Y sí una suerte de pesimismo puede llegar a recorrer nuestras entrañas frente a semejante panorama, ya que en las construcciones propuestas puede haber error y casi seguramente serán incompletas, se deja ver en las mallas de esa incompletud un dejo de eternidad, ilusión que se sufre frente a esos modelos por la presión y la fortaleza de la que disponen para repetirse durante siglos.

Os diré que la eternidad es siempre una ilusión de completud vedada como realización para el hombre aun en su propia muerte y que es la estructura sexual de la familia, como ya hemos visto, una estructura histórica, por lo tanto modificable, quiero decir revolucionable no ya como efecto producto  histórico sino más bien como instrumento de transformación histórica. Y como sabemos todo instrumento (y seguimos hablando de lo humano) se modifica a su vez con lo que transforma.

La familia actual es, pues, solo un paso para el hombre y no como se cree su destino.

Y si proponemos la teoría del inconsciente y la teoría del valor y el nexo de la poesía para que ambos métodos (que son de interpretación y construcción) no pierdan su fortaleza en la repetición, la poesía, decimos, para que cada vez, en contacto con lo que se transforma en su aplicación genere cada vez, un nuevo sentido en sus propias entrañas para que no haya pereza, enmohecimiento.

Y ya se que decir que dos ciencias y la loca poesía pueden con la vida del hombre, que ya casi ni el hombre puede, también parece un sueño.

Y, sin embargo, mas alla de los aportes acerca del tiempo del hombre que nos pueda brindar con el correr del “tiempo” la tan mal comprendida por ahora teoria de la relatividad, son la teoria del Valor, por un lado, mostrando la ceguera del ser del lenguaje, dos determinaciones que si bien incompletas, no por eso menos cientificas o mejor dicho, cientificas precisamente en su incompletud, en su movimiento, en su transformación y por eso, pensamos, capaces de dar cuenta de las poderosas ideologias que frente a la determinacion inconsciente proponen la coartada de un yo consciente y voluntarioso capaz de decidir por si mismo, desde donde el sujeto del inconsciente creera imaginariamente (ideologicamente) que su yo es el centro de su persona y que frente a la determinacion de las relaciones sociales, ocupe la posicion que ocupe en el sistema, el sujeto social padecera de no ver, precisamente, lo que determina y ofrecera como coartada a esta ceguera la ilusion como persona “humana” no solo de participar en la eleccion de su posicion social sino tambien le hara creer como persona (sea la persona que sea) que el y su oponente, otra vez  él ( que ya le tocara) ocuparan alternativamente el centro del sistema.

Ideologia va, ideologia viene. Y estos vaivenes de pasiones siempre iguales a sí mismas nos terminaran matando y por eso la insistencia en que sólo un saber científico (y será científico solo por eso) podrá dar cuenta de un saber ideológico y por lo tanto transformarlo y precisamente allí en su contenido, ya que todo contenido de los modelos ideológicos son contenidos humanos, por lo tanto transformables.

Y antes de cerrar este sentido, diré todavía que las disciplinas nombradas, en su desarrollo teórico-práctico (entiendo por practica los modos de apropiación de lo real) no sólo proponen sus propias modificaciones metodológicas cada vez que lo requiera cualquier obstáculo que surja en cualquiera de los polos que determinan sus movimientos, sea del objeto del conocimiento, sea del objeto real a conocer sino que, también, proponen una modificación, una verdadera subversión, por su modo de ser ciencias, del modelo filosófico de la producción de conocimientos científicos. No ya más causas produciendo a su antojo y semejanza los efectos que en todos los casos pre existían en ellas sino más bien casi un encuentro apasionado con la cosa misma, es decir, los productos finales para la circulación de las estructuras en cuestión (en el caso del valor , la mercancía, en el caso del inconsciente, el habla). Es decir, se parte de los efectos concretos y se reconstruye, para decirlo de alguna manera, a la inversa, el camino del trabajo productivo y se construyen las causas y las leyes de producción de dichos efectos.

La razón, más que patas para arriba, que en el encuentro con estas dos ciencias, yo diría despanzurrada, hecha fragmentos.

Y he aquí que el reino de la locura (producto de la estructura familiar cristiana) como el reino de la pobreza (producto de la estructura social capitalista) son, se quiera o no, la última defensa de un sistema de ideas que ya se desmoronó en los libros.

La realidad, si nuestra acción es transformadora, tarde o temprano ocurre.

Y todavía, antes de terminar, quiero decir que si bien me hago responsable de todos los desvíos (tanto de las conversaciones mantenidas como de los textos leídos) porque “yo” tuve como función hacer escritura, es decir, dar su materialidad a todo este trabajo humano realizado, no puedo, aunque quisiera, hacerme responsable de las dimensiones en el contenido de los desvíos, ya que esas dimensiones y ahora lo digo claramente, no hubiesen podido producirse sin el trabajo grupal previo al momento de la escritura.

Y, sin embargo, hay todavía algo en mi que me lleva por instantes (y un instante también es toda la vida) a sentirme el único responsable de todo lo escrito y hasta darme lamentable excusas que hagan por un instante (y un instante puede ser toda la vida) razonable ese estupido sentimiento que me acerca a dios y no solo por sentirme el único responsable sino, y más todavía, por fantasías no resueltas acerca de la perdurabilidad de lo escrito.

Sentimientos (no por vergonzosos menos importantes en la articulación de lo que sera, por lo que soy de ser, mi vida) que no mencionan claramente la lucidez que a veces me acompaña. Una especie de lucidez afectiva porque no se trata de ninguna lucidez capaz de entrar en lo más profundo de los misterios humanos sino más bien en la misma superficie que vi ayer, hoy siento otra cosa. Y si siento una cosa que nunca sentí y si anonadado por ese sentimiento inesperado pronuncio una palabra que nunca pronuncie, quiere decir entonces que lo dado es inmutable (y ya hablaremos en otra oportunidad de ello) no eran los sentimientos.

El odio puede mitigarse, las guerras pueden no ser a muerte. En cuanto a la voluptuosidad de poder, en lugar de esperar que se desvanezca con los años debemos estropearle su danza antes del final (que en todos los casos es la muerte) concibiendo relaciones heterosexuales posibles entre hombres y mujeres, entre pueblos, entre naciones, entre lenguas. Y si se entiende, y no se ahora si para que se entienda o para que podamos comenzar juntos la desorganización de un sentido dado, unas relaciones tales que conciban dentro de sus límites y como sexualidad humana las relaciones heterosexuales de los pequeños hombres-mujeres terrestres con el resto de los habitantes del universo.

Y no dejo de saber que un extranjero es también, en todos los casos, un ser del espacio celeste. En una ciudad desconocida un extranjero es, también , un extraterrestre. Un extraño a todo, un hombre, pero fuera de lugar ya que no solo ignora nuestros gustos actuales sino que, peor aún, desconoce la historia del largo peregrinaje emprendido hace miles de años hasta llegar aquí.

Y estoy casi seguro que seríamos capaces (y también  yo) de designar a un ladronzuelo o tal vez a una puta para que puedan decirle ( a ese otro humano, pero diferente) sin saber  lo que dicen:

-Si no has puesto nada en esta tierra, no te pertenece.

Como si la tierra humana fuera la tierra donde vivo o bien como si la tierra que no ven mis ojos no fuera tierra humana, donde otros humanos como nosotros mismos, que seguimos sin poder reconocer como distintos pero semejantes, hubieron, también ellos, de realizar el largo peregrinaje durante miles de años para ser hombre como nosotros.

Y, sin embargo, todavía no puedo reconocerlos semejantes.

Mi tierra sigue siendo la tierra donde vivo, toda mujer sigue siendo mi madre, todo hombre mi padre y lo que no ven mis ojos no existe. Estoy condenado a morir, exactamente, el día de mi muerte sin conocer lo humano, en familia.

Fuente consultada: FREUD Y LACAN

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Miguel Oscar Menassa

Editorial Grupo Cero.

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