Psicoanálisis y vida cotidiana

Psicoanálisis y vida cotidiana

El hombre actual, moderno, atómico, silvestre, desprejuiciado, alocado, alucinado, drogadicto, amante en general, tiene miedo de confesar sus fantasías, porque en sus fantasías hay deseos que le avergüenzan, primera diferencia con los juegos. El niño jugaba y si bien no mostraba, no ocultaba; el hombre adulto, la mujer adulta, ocultan sus fantasías, suponemos que hay algo en sus fantasías que les da vergüenza. Además podemos suponer que si yo no puedo relatar mis fantasías he de suponer que soy el único capaz de producir semejante producción fantástica. Quiero decir que no solamente oculto mis fantasías al resto de los hombres, sino que niego la existencia de otros hombres porque no puedo atribuirle a los otros hombres la posibilidad de producir fantasías. 

Antes de investigar el juego de los niños -pasaron muchos años antes de que el psicoanálisis lo investigara- que como habíamos visto transcurría sin culpa y sin vergüenza, lo primero que le tocó investigar fue la fantasía de los adultos porque la fantasía de los adultos venía con un no, venía con vergüenza, con inhibiciones, con culpas.

No hay muchas fantasías sino tres o tres grandes tipos de fantasías: las fantasías eróticas, las fantasías egoístas y las fantasías ambiciosas. En el estudio -además de ver estos tres grandes grupos de fantasías- Freud llega a disculparse y dice, sin creer que quiero determinar una ley, he visto, hemos comprobado, que en la mujer se da directamente la fantasía erótica y en el hombre se da indirectamente la fantasía erótica.

Es decir, a simple vista -dice Freud- cuando ella habla de sus fantasías, la mayoría de las veces son del género erótico. Cuando él relata sus fantasías, a primera vista son egoístas y ambiciosas y todas tienden a aumentar la personalidad y son en beneficio propio. Tomando más en serio el problema -dice Freud- vemos, en el recorrido heroico del hombre conquistando con su egoísmo, con su ambición el mundo, siempre, en todos los casos, una dama, a quien voy a ofrecerle el botín, el triunfo, el honor, la gracia, el poema. Quiere decir que parece ser que, por lo menos, a nivel de las fantasías, la mujer no necesitaría rodeos para poder fantasear -después vamos a ver que tiene problemas para expresar- y que el hombre necesita un rodeo. En última instancia no sabemos muy bien si los deseos egoístas y ambiciosos no han de ser formaciones secundarias para que Eros no impere como muerte, para que Eros siga siendo Eros, tuvieron que surgir, secundariamente, los deseos ambiciosos, los deseos de competencia, de producción social, de guerra, de dominación.

Dijimos antes que el soñador oculta cuidadosamente a los demás sus fantasías porque tiene motivos para avergonzarse de ellas. Añadiremos ahora que aunque él se decidiera a comunicarnos sus fantasías, no nos produciría con tal revelación placer ninguno, tales fantasías cuando llegan a nuestro conocimiento, nos parecen repelentes o al menos nos dejan completamente fríos. En cambio, cuando el poeta nos hace presenciar sus juegos, o nos cuenta aquello que nos inclinamos a explicar como sus personales sueños diurnos, sentimos un elevado placer que afluye seguramente de muy diversas fuentes. Cómo lo consigue el poeta es su más íntimo secreto; en la técnica de la superación de aquélla repugnancia relacionada indudablemente con las barreras que se alzan entre cada yo y los demás. Ahí, en esa superación de la repugnancia que separa cada yo de los demás, está -dice Freud- el arte poético.

Miguel Oscar Menassa

Del libro Poesía y Psicoanálisis, 20 años de la historia del Grupo Cero,
capítulo 1983: Psicoanálisis y vida cotidiana

http://www.miguelmenassa.com/psicoanalisis/1995/poesiaypsicoanalisis/pg.13.htm

También te podría gustar...

Deja una respuesta