SOBREDETERMINACIÓN EN PSICOANÁLISIS – 3

SOBREDETERMINACIÓN EN PSICOANÁLISIS

(Freud y Lacan, hablados 1)

Tercera parte del capítulo.

Viene de sobredeterminación 2

El sueño como fenómeno transcurre en el tiempo real, pero como discurso onírico transcurre en el tiempo del habla. Que el sueño transcurra en otro tiempo es una construcción teórica en que se lo determina como formación del inconsciente; en consecuencia, el tiempo determinado en esta formación es el tiempo del inconsciente, el futuro anterior. En la producción teórica de una formación del inconsciente, el trabajo del inconsciente, el tiempo del inconsciente, quedan especificados como conceptos concretos de esa formación. 

Así, el trabajo real del sueño es el trabajo del inconsciente en la modalidad que particulariza esa formación. Lo mismo podemos hacer con el relato del chiste, de un síntoma, de un acto fallido, podríamos también allí llegar a construir un proceso real y decir, por ejemplo, que tal deseo inconsciente transferido y condensado de tal o cual manera, sobre tales escenas infantiles, produjo en esta coyuntura actual, tal proceso. También sería una construcción teórica y también su tiempo es el tiempo del inconsciente en la producción de esa formación. 

—¿Puede explicar la relación entre sobredeterminación y dominancia? 

Decimos que la instancia económica sobredetermina la estructura social que está integrada por las instancias jurídico-política, filosófica, religiosa y la misma instancia sobredeterminante, la economía. 

Que la instancia económica sobredetermine la estructura social quiere decir que en cualquier sistema de producción que estudiemos, sea esclavista, feudal, capitalista —las formaciones sociales padecidas por nuestra civilización—, podrán aparecer dominando el proceso social cualquiera de las instancias pero en todos los casos la sobredeterminación es económica. En el capitalismo la instancia económica es a la vez sobredeterminante y dominante. 

Veamos la modificación padecida por la instancia religiosa, que dominaba los procesos sociales durante el feudalismo y que hubo de resignar tal dominio, a la instancia sobredeterminante con la producción de la revolución burguesa. 

Bajo el feudalismo la idea de Dios era trascendente. Dios era el verbo, siempre igual, y en su quietud todo lo que era palabra participaba de su naturaleza en la que encontraba fundamento y sentido. 

Las leyes del arte y la producción, en tanto revelación divina, no podían ser alteradas sino por los representantes del verbo divino, que no eran precisamente los artistas ni los que producían los bienes. 

La instancia sobredeterminante era la económica, ya que sin producción material no hay vida en la que pueda residir ninguna humanidad. El campesino sembraba en una fecha del año y no en otra, porque si no, no crecía el trigo, ni la cebada, ni su propia vida, ni la de su señor. La organización productiva se produce en el quehacer productivo. 

Esa organización no la inventó Dios, pero eso no le impidió apropiarse de ella, dictaminando como divinas esas leyes productivas por tener que ver con el verbo, que en todos los casos era Dios. Así, estas leyes padecieron las cualidades divinas donde el producto de la actividad productiva —la organización de los procesos de trabajo— se presentaba como un orden que, por provenir de Dios, participaba de sus cualidades: ser inmutables. Esta vocación no impidió que la instancia económica modificara su organización. Este cambio se generó en un proceso donde las relaciones de producción —la manera de intercambiar entre los hombres—, dominadas por la religión, entran en contradicción con los cambios que acontecían en la organización productiva. El producto de esta contradicción es un nuevo sistema de producción social: el capitalismo. 

¿Qué ocurrió con el Dios trascendente? 

Mutó en Dios inmanente. El Dios protestante, el Dios hegeliano que se transforma en la transformación de la cosa, inmane en cada gestalt. Es lícito, en este nuevo orden divino, la investigación de la cosa porque en esta actividad se recorre el camino de la búsqueda del Señor yacente en ella. Las ciencias experimentales —pivot ideativo en que centra su posibilidad el nuevo sistema social, ya que de ellas dependen las transformaciones de los instrumentos de producción—, antes heréticas, del beneplácito del nuevo Dios. Y no se trató de ninguna bondad, sino del resultado de la transformación social que relegó de su posición dominante a la religión, para pasar a una nueva dominación, la de la instancia sobredeterminante: la instancia económica. Los caracteres del ser Dios supeditan sus cualidades a los requisitos de la nueva dominación. 

Donde antes las leyes de la producción eran inmutables por padecer el rigor de esa divinidad, hoy el orden divino inmane en la cosa por imperativo de la investigación de la nueva dominancia la economía consolidad en todo proceso de producción. 

Teniendo en cuenta que el sujeto psíquico en cuestión es sujeto de la ciencia, en tanto es una determinación teórica la que en su articulación sobredetermina que los fenómenos de conciencia llamados las formaciones del inconsciente están sobredeterminados en última instancia por el deseo inconsciente, la polifacética situación de estas formaciones, síntomas, sueños, actos fallidos y las menos estudiadas de las relaciones genitales, muestra que lo que sobredetermina no determina el desarrollo de ningún deseo sobre ningún objeto sino que lo que sobredetermina sólo determina el desarrollo del deseo. Entonces, lo que teóricamente es, el deseo no tiene objeto, fenomenológicamente es, el deseo puede adherirse a cualquier objeto, a cualquier fragmento de objeto, a cualquier astilla de objeto, es decir, puede transferirse a cualquier representación. 

Freud llega a decir el inconsciente no sólo sobredetermina la conciencia sino que la genera, con lo cual todas las prácticas psicológicas dedicadas al análisis del carácter, el análisis del yo, el análisis de la instancia moral, son prácticas a nuestro entender extraviadas, porque las terapias del yo llegan a pensar en una autonomía del yo; según lo que estamos diciendo, la autonomía de nuestro yo es relativa en tanto es una autonomía sobredeterminada. 

Cuando hablamos de conciencia en términos freudianos nos estamos refiriendo al órgano perceptual del mundo interior y del mundo exterior. Órgano perceptual, es decir, que nuestra conciencia, según el psicoanálisis, se equivoca de la misma manera que nuestros ojos, que nuestro gusto, que nuestros sentidos. Es tan ilusorio decir que se llegó tarde a clase por problemas de tránsito como ilusorio es creer que el sol gira alrededor de la tierra. Ilusorio es pensar que la úlcera gástrica se produce por un aumento de ácido clorhídrico, como ilusorio es creer que los números están unidos a las cosas, o que las palabras designan exactamente la cosa que designan, o que entre las cosas que designan y las palabras hay algo más que una arbitrariedad. Pensar que la palabra “látigo” tiene el sonido del latigazo es tan ilusorio como creer que cuando un hombre mira a mi mujer lo que experimento son celos, cuando en realidad lo que experimento son deseos. Es decir, todo razonamiento consciente tendrá error de fijarse en lo manifiesto porque, aún cuando huye de un peligro interior, no huye verdaderamente de lo que está ocurriendo en los procesos inconscientes sino de lo que estos procesos inconscientes producen en ella, la conciencia. Es decir, de las manifestaciones del deseo, no del deseo, de lo que el deseo; por eso se dice que el deseo no está en ningún lugar en tanto es inconsciente y cuando deja de ser inconsciente es conocimiento, ya no es más inconsciente. 

Mientras el inconsciente está actuando produce las formaciones del inconsciente: sueño manifiesto. Cuando interpreto sueño manifiesto, voy desde la manifestación a los operadores: condensación y desplazamiento que actuaron al servicio de la represión e interpreto el deseo inconsciente. Este deseo inconsciente ha pasado a ser conocimiento de la realidad psíquica del sujeto, ya no es más un deseo, es realidad objetiva, no es más el inconsciente, se ha interpretado.

MIGUEL OSCAR MENASSA

FREUD Y LACAN – hablados 1
Editorial Grupo Cero

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